viernes, 27 de febrero de 2009

Réquiem de Guerra u Oratorio por la Paz

Benjamin Britten representa la continuación del Nacionalismo musical británico posterior a Elgar. Cultivó la voz humana, como un cántico declamatorio de la historia reciente, la del pasado siglo XX. Su condición humana le llevó a una doble segregación social: por su homosexualidad (en armonía con su querido Peter Pears) y por su posición antibelicista en plena contienda y asedio al Reino Unido.







En el Réquiem de Guerra, los pacifistas Wilfred Owen y Benjamin Britten manifiestan desde lo poético y lo musical que el arte puede llegar a ser combativo y reivindicar así las causas más nobles. Owen falleció en suelo francés durante la Primera Guerra Mundial, Britten podría haberlo hecho en la Segunda Guerra Mundial, en la antiguamente denominada Britannia.



La pieza de apoyo de Britten a la reconstrucción de la catedral de Coventry (1962) devastada por los bombardeos alemanes de 1940 terminó siendo elegida por el jurado. Consta de unos impactantes textos litúrgicos corales en latín (un coro mixto -en el que predomina la voz femenina- y otro infantil y angelical) que se unen con las voces masculinas del tenor y el barítono en inglés. La soprano, cual Vírgen María, declama como una integrante coral más mientras el duelo vocal de los soldados da vida a los dramáticos textos de Owen.



Estamos ante una pieza de contundencia orquestal, a la que se suma una camerística agrupación integrada, entre otros, por un sobrecogedor quinteto cordófono. No me cansaré al clamar que Britten y su obra coral merecen tomarse en cuenta como pilares de la pasada centuria y éste como uno de los réquiems a sumar a los clásicos de Brahms, Mozart o Verdi.


El ideal con el que esperaba contar Britten en su estreno, incluía a los integrantes de las tres naciones en conflicto durante la Segunda Guerra Mundial: una soprano rusa, un tenor inglés y un barítono alemán. A Galina Vishnevskaia las autoridades del vergonzoso régimen comunista la impidieron abandonar la URSS, pero la suplieron por la válida soprano ínglesa Heather Harper. Peter Pears ocupó el papel de tenor y Dietrich Fischer-Dieskau el de barítono.


Iré finalizando con la imagen que Alejo Carpentier tenía del autor de Peter Grimes, para quien "por una rara paradoja, un país que contó en el Renacimiento con un polifonista de la talla de Byrd, con un compositor tan universal como Purcell, sin hablar de los exquisitos virginalistas ni de los músicos contemporáneos de Shakespeare, no ha contribuido con figuras muy importantes al desarrollo del arte de los sonidos en lo que va del siglo XVII hasta la época actual. Con toda su gloria oficial, Elgar o Gustav Holst son creadores de un valor muy relativo. Ni Arthur Bliss, ni Constant Lambert, ni lord Berners, cumplieron con sus promesas iniciales. Fue en nuestros días cuando Benjamin Britten logró renovar el teatro lírico inglés, reanudando una tradición por largo tiempo interrumpida, ante uno de los públicos más entendidos del mundo, contribuyendo al auge y mantenimiento de un teatro de la jerarquía del Covent Garden, ilustre desde los días en que Georg Friedrich Händel escribiera El Mesías".


Al menos, en 1963, el sello DECCA unió al reparto soñado por el compositor, en una toma sonora vibrante del ingeniero de sonido favorito de George Solti, John Culshaw. Escuchen el portentoso Dies irae. El propio compositor dirigió la Orquesta y el Coro de la Sinfónica de Londres. Aunque, a pesar de ser la mejor versión disponible en el mercado del CD me decanto por la toma en vivo, desde el Royal Albert Hall, del sello de la BBC con la New Philharmonia y Carlo María Giulini. Ahí queda eso. A los que la crisis les esté apretando mucho el bolsillo, la opción del sello NAXOS es de todo menos desdeñable. Disfruten y cuéntenme.



Aquí, en Madrid, la ONE vuelve a ser visitada por el especialista en la voz humana y en las denominadas músicas antiguas, Paul McCreesh. El creador de los Gabrieli Consort and Players, estará acompañado este último fin de semana de febrero, por Janice Watson (soprano), James Gilchrist (tenor) y Dietrich Henschel (barítono).

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