viernes, 1 de febrero de 2019

El cumpleaños de la Filarmónica de Oslo en Madrid



Dentro de los ciclos musicales de Ibermúsica se decidió contar por partida doble con la Orquesta Filarmónica de Oslo, en la celebración de su primer centenario de vida, con el que es su director titular desde la temporada 2013-2014, el maestro ruso Vasili Petrenko. Conozco a Petrenko desde que viniera a dirigir a nuestra Orquesta Nacional de España y cuando los lazos con la Orquesta de Castilla y León se estrecharon y le hicieron ser unos de sus principales  directores invitados.  Compagina su actividad al frente de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool con la de Oslo y, por si esto fuera poco, se sitúa en el podio de la Joven Orquesta Europea y rige la agrupación legada por el estupendo Evgueni Svetlanov, en Rusia. Pronto tomará posesión de su cargo como director de la Royal Philharmonic londinense.

Para esta visita madrileña, Petrenko y los suyos contaron con el pianista macedonio y amigo personal del director, Simon Trpceski, experto en interpretar con brío a Chaikovski, Rajmáninov y Prokófiev.    

                           
                                                                                                                                                   
 Johannes Brahms y sus dos Conciertos para piano y orquesta fueron los elegidos por el virtuoso para cada una de las veladas musicales, imprimiendo el estilo melancólico que requieren y su especial dedicatoria a Clara Schumann.  Su técnica es vertiginosa, incisiva y, a veces, algo libre. Trpceski toca alla rusa con una indiscutible capacidad que no siempre emociona. La orquesta posee un sonido que nos recuerda al maestro Mariss Jansons, por su cuidadas y empastadas cuerdas y maderas y por poseer un metal delicado y una percusión certera pero no abrumadora. Petrenko es detallista y admirador de su escuela nacional, encabezada por Mravinski y seguida por Temirkanov y Jansons. 



No olvidaré nunca la impresión sensacional que me causó el ciclo de sinfonías de Shostakóvich con Petrenko y los músicos de Liverpool.

Jean Sibelius es uno de los compositores que por excelencia se asociaría con la Oslo Filharmonien. Su Quinta Sinfonía empieza sinuosa, como una ráfaga de aire fresco a la que se van incorporando los sonidos de la naturaleza y que pudiera evocar a un Brahms nórdico con ecos de Mahler. Los pizzicatos sonaron acompasados y los cambios de arco en todo momento fueron equilibrados. Flamantes fueron las apariciones de las violas y los violines. No puede uno dejar de acordarse de Paavo Berglund o Kurt Sanderling como conocedores máximos del autor de Finlandia.

Para el segundo de los eventos, la suite sinfónica Sherezade ocupó la parte final del concierto. Según Petrenko, es la unión de su país con Europa y Rimski-Kórsakov se nota que lo disfruta y lo conoce a la perfección. La concertino Elise Batnes hizo de este poema un viaje emocionante y seductor, con melodías populares rusas y lleno del colorido de su extensa tradición.