sábado, 2 de mayo de 2015

Steinberg, Haydn, Dvorák y la Orquesta de RTVE


La Filarmónica de Budapest tiene en Pinchas Steinberg a su sabio director de orquesta. Nacido en Israel,  aprendió el arte del violín a manos de Jascha Heifetz y su capacidad batuta en mano le ha hecho recorrer medio mundo. Aquí, en Madrid, le recordamos por su magistral Die Tote Stadt, de Erich Wolfgang Korngold.  Para esta ocasión, Steinberg recibió la invitación de manos de la Orquesta de Radiotelevisión Española.

La Sinfonía número 104, Londres, de Haydn, comienza con la orquesta y su redoble de timbal. Suena contundente y, casi, apoteósica. Después, las cuerdas y maderas dan un toque distendido al que se sumaran los bronces y el conocido timbal. Estamos ante una de las últimas obras del Padre del Clasicismo, de quien Wolfgang Amadeus Mozart supo tomar buena nota. Se repiten algunas ideas y otras se desarrollan, con el optimismo del señor Haydn. El maestro Steinberg consiguió unificar casi todos los arcos de la RTVE, en un estilo vienés, refinado y fresco.

El silencio juega un papel clave, como si de una nota más se tratara. Se va desarrollando algún motivo de carácter popular, al final del primer tema. Ya en el segundo tiempo, Andante, de una delicadeza extrema, se percibirá un  desarrollo y virtuosismo que irán a más. La cuerda, en sus diferentes familias, constituye el cuerpo central de la Sinfonía. Atentos al oboe, a la flauta y al fagot. Parece que estuviéramos ante un encaje de bolillos. Se repite el final del movimiento, a modo de contradanza, muy del gusto de Franz Joseph Haydn.

Durante el Finale parece como si se tratara de una reunión campesina en la que la fiesta imperase. Haydn juega con los ritmos y el uso de los tiempos. Escalas ascendentes y descendentes tienen lugar en la cuerda, con el color de la madera y los ataques de los metales y el timbal. Estamos ante un experto y veterano compositor que hace uso de todas las técnicas.

El propio autor escribe: “Una nueva sinfonía en re, la duodécima y última de las inglesas. El auditorio estaba muy satisfecho y yo también. Esta sesión me ha producido 4000 florines. Una cosa así sólo es posible en Inglaterra”.

Haydn y Dvorák tienen en común con Inglaterra sus dos sinfonías. A la  Sinfonía número 8, de Antonín Dvorák, se la denomina como la Inglesa. Dvorák posee una capacidad única para hacernos emocionar y bailar a partes iguales. A Steinberg no se le escapó ningún detalle, resolviendo con elegancia y con un ritmo enérgico. Siempre tuvo en cuenta el fraseo de la cuerda, la especial madera bohemia y marcó con rotundidad las entradas de los metales y el timbal.


Esperemos que venga Pinchas Steinberg más a menudo por el Monumental madrileño.


Disfrutando de las calles de Praga



Lo que se dio en llamar el Estado checo, lo constituyeron tres bloques culturales distintos, como fueron Bohemia, Moravia y Eslovaquia. De la riqueza cultural de estos antiguos pueblos, se hace eco la ciudad de Praga, a la sombra de un pasado glorioso a nivel cultural y vertiginoso a nivel político. La cuna de Kafka, Dvorák y Smetana, transcurre en los dos márgenes del río Moldava (Vltava), como al son de la música del poema sinfónico Mi Patria (Má Vlast).


 

Tras escuchar a Rafael Kubelik, al frente de su Orquesta Filarmónica Checa, con sede en el suntuoso Rudolfinum, a poca distancia del puente de Carlos y dentro del Barrio Judío (Josefov), uno toma conciencia del estupendo representante que fue Smetana de la música de su país, de la que se auto-proclamó defensor, en un nuevo giro nacionalista. El vídeo está tomado al lado de la Plaza de la Ciudad Vieja, frente al Reloj Astronómico.

Animado por el matrimonio Dussek, Mozart visita la ciudad de Praga un total de cinco ocasiones, atraído por la paz del refugio de sus amigos: él compositor de prestigio, clavecinista y pianista y ella soprano y, también, pianista.  Allí, apartado del ritmo de la ciudad, terminó de componer, Wolfgang Amadeus Mozart su famosa ópera Don Giovanni para que fuera estrenada en el Teatro de los Estados. Pocos meses después de la muerte de Mozart, se estrenó allí, también, la Clemenza di Tito, esbozada en Bertramka y presentada para la coronación de Leopoldo II como Rey de Bohemia.

Antonín Dvorák, nació al norte de Praga y falleció en esta misma ciudad. Fue el representante del primer nacionalismo checo, que continuarían Fibich y Smetana posteriormente, en una línea tendente a Wagner. Suk y Novák seguirían su legado, lleno de maravillosas sinfonías, conciertos, música sacra y su inolvidable Rusalka. Todo en Dvorák posee un toque tradicional y un bien estudiado uso de lo popular. Así tenemos, además sus maravillosas Danzas Eslavas, sus últimas tres Sinfonías, sus deliciosas canciones…


Para los melómanos… Esta es una gran ciudad. Tenéis la Casa Municipal, desde donde se proclamó la República, una obra de Alfons Mucha que acoge a orquestas como la Sinfónica de la ciudad y a otros conciertos de corte más popular. El Rudolfinum, es la magna sede de la Filarmónica Checa, a orillas del río Moldava con la estatua de Dvorák presidiéndolo, en el Barrio judío. En Národní Trída, está situado el Teatro Nacional, sede de la Národní Divadlo, en la zona de Mustek o Muzeum. Tenéis el Statni u Ópera Nacional, que viese al mismo Mahler y el Teatro de los Estados, acogió los estrenos de Don Giovanni y La Clemenza di Tito.


En Praga uno no se cansa de contemplar monumentos, calles empedradas y escuchar música. La parte alta, del Castillo, bien se merece un día, para disfrutar del estilo gótico de muchas iglesias, el barroco tendente al rococó y la magna Catedral de san Vito y las vidrieras de Alfons Mucha. El callejón dorado es una joya, en la que Kafka vivió en su número 22 y el poeta Jan Neruda da nombre a la calle que sube al distrito federal, en donde se ubica la antigua casa de los reyes bohemios, convertida después de la era del presidente Hável, en lugar de residencia del Presidente de la República. El templo de Loreto requiere una visita dada su magnitud e importancia, al igual que el Palacio de los Príncipes de Lobkowitz, los mecenas de las Artes.

El Modernismo, en su corriente Art Nouveau, tuvo a dos representantes principales en Chequia: Josef Fanta y Alfons Mucha. La Casa Municipal, al lado de lo que fuera almacén de pólvora y Torre de acceso a la ciudad. Si os interesa el Cubismo, existe un Museo con tienda y un fabuloso café, llamado Grand Café Orient, recuperado tras años de abandono.

Esta fabulosa ciudad de Cafés, en el más amplio sentido de la palabra, tiene entre sus delicias al Slavia, centro de reuniones de los sublimes Kafka y Rilke y  del añorado presidente Hável, situado frente al Teatro Nacional que viera a figuras patrias como Smetana y Dvorák.  No os olvidéis del Savoy o del Louvre.

Desde la estación de metro de Mustek, se puede acceder a la zona del Museo Nacional, la Plaza de Wenceslao y la Ópera Nacional. Si lo que se quiere visitar es la Ciudad Vieja, el Rudolfinum y el Barrio Judío, Starometska sería la parada idónea. Debéis bajaros en Malastranska si lo que os interesa es la zona alta, del Castillo, desde la iglesia barroca de san Nicolás, para subir la calle Nerudova y callejear por la sorprendente Iglesia de Loreto y la Catedral de san Vito.

El recorrido por el Barrio Judío, os llevará a su enorme cementerio, sus sinagogas (española, Maisel, Pinkas, Alta y Nueva-Vieja).

La cocina checa se centra, fundamentalmente, en el uso de carnes y caza, aunque posean una extensa lista de restaurantes vegetarianos. La revitalizada zona de Smíchov, metro Ándel, al sur del Castillo, en la orilla izquierda del río, posee varios y apetitosos ristorantes y dos de los mejores lugares de cocina local: Zláty Klás y Ná Verandách.