domingo, 27 de octubre de 2019

La universalidad de la Música con la Orquesta de RTVE

La pianista Sofya Melikyan y la directora de orquesta Yi-Chen Lin (foto RTVE)


Para el concierto que la Orquesta de RTVE, con sede en el Teatro Monumental, el día 25 de octubre de 2019, se tuvieron en cuenta algunos importantes aspectos: contar con la temperamental y carismática directora de orquesta taiwanesa Yi-Chen Lin, tener de solista al piano a la enérgica y apasionada pianista armenia Sofya Melikyan, recordar los orígenes de la forma Sinfonía con la llamada Praga de Mozart y homenajear al genio de Bonn, Ludwig van Beethoven, en su 250º cumpleaños.



Recordaba la manera de entender la música de la directora, cuando estuvo al frente de la Carmen de Bizet que ofreció en el Teatro de la Zarzuela, en 2014. Mantiene un brío muy característico no exento de matices y con gestos elegantes y amplios, sin olvidar los detalles.



El primer movimiento de la Sinfonía número 38 de Mozart, conocida como Praga, se inició de forma confusa y no demasiado acompasada, para ir in crescendo  desde la segunda mitad del tiempo, el Allegro. Las cuerdas enfrentadas establecieron un diálogo bien planteado con un momento realmente mágico en su segundo movimiento, el Andante, resuelto de manera delicada y con suma claridad. Es un Mozart maduro que avanza hacia lo que será Beethoven. El Presto fue detallado con melodía y temperamento a partes iguales. Cuenta el profesor Franz Xaver Niemetschek que es una de las obras favoritas del público praguense y podría ser escuchada cientos de veces. Recordemos que Mozart adoraba Praga y mantenía estrechos lazos con el matrimonio Duschek y que en su Villa Bertramka compuso algunas de sus más célebres páginas. Llegó a residir en tres ocasiones en la ciudad del río Moldava y con motivos como los estrenos de sus óperas La Clemenza di Tito y Don Giovanni.

La ópera Las Bodas de Fígaro cosecha un éxito asombroso en su premier bohemia y  Mozart parece querer agradecerles con esta composición la entrega de su público. Fue escrita en Viena y posee algunos guiños a otras partituras como La Flauta mágica y la susodicha ópera, haciendo uso del ritornello y mediante astutos diálogos instrumentales.


Tras los merecidos aplausos, hicieron aparición la solista Sofya Melikyan y la directora Yi-Chen Lin para enfrentarse al orientalizante y exqusito Concierto para piano y orquesta número 5 de Camille Saint-Saëns. Desde el inicio del mismo se percibe un gusto por el Próximo y Lejano Oriente que plasmó el compositor en forma de concierto, tras un viaje que le llevó hasta el mismísimo Luxor. A veces resulta arabizante y otras sensual y enigmático. Melikyan supo resaltar la belleza melódica y hacer uso del ímpetu que requiere esta obra plagada de acrobacias. Ante tan buena ejecución el público supo agradecérselo a modo de ovación y ella lo recompensó con el Minueto en sol menor de G.F. Handel, en el arreglo efectuado por Wilhelm Kempff.



La Sinfonía número 2 de Ludwig van Beethoven marcó la totalidad de la segunda parte del concierto. Aunque se perciba el paso del Clasicismo al Romanticismo vemos claramente las recurrencias al modo haydniano sin quitarle un ápice de contundencia como si de un Beethoven adulto se tratara. Para el musicólogo George Grove constituye el “punto culminante entre el Antiguo Régimen, prerrevolucionario de Haydn y Mozart, momento del que Beethoven va a partir hacia regiones en las que nadie antes de él había osado aventurarse”.

Su primer movimiento parece avisarnos de que la próxima sinfonía será la Heróica. Yi-Chen Lin supo destacar la fanfarria del segundo tema, tener en cuenta los diálogos entre la cuerda y las maderas, así como resaltar los pianissimos y los tuttis del final de la composición.

martes, 15 de octubre de 2019

Pablo González con su Orquesta de Radiotelevisión española



(Serguéi Prokófiev, Dmitri Shostakóvich y Áram Jachaturián, de izquierda a derecha)

El reconocido director de orquesta ovetense, Pablo González, comienza la temporada de conciertos del Teatro Monumental, con dos compositores que le son bastante familiares y que entiende como propios: Serguéi Prokófiev y Dmitri Shostakóvich. Buen empiece como director titular y asesor artístico de la Orquesta y Coro de la agrupación de RTVE (12 de octubre de 2019).

Con el Concierto para piano y orquesta número 2, Prokófiev se muestra pleno en sus capacidades compositivas, haciendo uso del ritmo y de la paleta orquestal, luciendo a su solista del teclado, con una extensa y compleja cadenza, situada en el primer movimiento y ocupando casi la mitad de su duración. Nikolái Demidenko inició el tiempo melódico y fue creciéndose, sabiendo resolverlo de manera rotunda y temperamental. Los metales de la RTVE fueron equilibrados por González en todo momento y dieron muestras de su capacidad. Las cuerdas suspendidas, sonaron empastadas y misteriosas.

Las semicorcheas inundan el segundo movimiento, a modo de tocata, en un brillante Scherzo, rítmicamente perfecto para dar paso, en el tercero de los tiempos, a un Intermezzo en el que las cuerdas graves denotan una aparente seriedad y de peso industrial para resaltar, después, la ironía al piano. También aplica Prokófiev aquí algunas melodías de tipo orientalizante, como sucede en el primer movimiento. La taciturna cadenza del último movimiento se define meditativa, en este caso, para ir creciendo más y más en su agilidad, con una sección de violonchelos brillantemente conjuntada y unas enérgicas notas del conjunto orquestal, en un despliegue total de medios.



Tras la pausa y una educativa e ilustrativa explicación del maestro Pablo González sobre la Quinta Sinfonía de Dmitri Shostakóvich, las cuerdas atacan en el Moderato. La intensidad es variable e irrumpen las maderas en esos claroscuros, creando González diversas atmósferas, en una lectura al detalle. Genial fue la entrada de la estupenda concertino y la celesta.

En el segundo movimiento, entran las cuerdas graves y la humorística entrada del clarinete al que se suman las maderas. ¿Es acaso un vals con Stalin o una mordaz crítica al Stalinismo y al sufrimiento de la población en aquellos momentos? Las marchas marciales (militares) resuenan circenses en Shostakóvich, ridiculizando al dictador. Fue la contestación tras la Cuarta Sinfonía y su ópera Lady Macbeth, ya que se le acusaba de no cumplir con los cánones del Socialismo. Esta obra fue aplaudida y no criticada. Shostakóvich cumplió a medias su mandato, para enmascarar una mordaz crítica al poder absoluto.

El tercer tiempo suena a Réquiem por las víctimas de las persecuciones y purgas en los gulags, con una labor encomiable de las cuerdas. Desató su tensión y pulso resolviendo en un último cuarto movimiento, aparentemente festivo, con una percusión y trompas imponentes. Faltó algo de fluidez en su apoteósico final, ilustrando de manera algo hollywoodiense y sin las dudas finales que plantea el autor pero con un  uso del rubato interesante, poco antes de la conclusión.



jueves, 10 de octubre de 2019

Salonen, Mahler y la Orquesta Philharmonia




Como bien indica Juan Ángel Vela del Campo, en las notas del programa de mano, “cincuenta años vivió Gustav Mahler y cincuenta años cumple esta nueva temporada el ciclo de conciertos de Ibermúsica”. Para tal evento, qué mejores invitados que la londinense Orquesta Philharmonia y su titular, Esa-Pekka Salonen. El director de orquesta finlandés estuvo al mando de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles antes de que el venezolano de moda, Gustavo Dudamel, tomase posesión de la misma. Titular de la agrupación creada con fines discográficos por Walter Legge después de la Segunda Guerra Mundial y muy vinculada con el sello EMI, Salonen posee una batuta especialmente destinada a realizar una buena lectura de cualquier sinfonía mahleriana. Aquí vinieron al Auditorio Nacional madrileño con la testamentaria Novena.

Este verano estuve en la ciudad de Colonia, escuchando a un compañero y amigo de Salonen llamado Jukka-Pekka Saraste que, salvando las distancias, poseen una claridad y meticulosidad parecidas al enfrentarse a Herr Mahler. Si bien la Orquesta de la Radio de Colonia (WDR) y la Philharmonia de Londres son agrupaciones bien distintas, el uno se subió al podio ante la reconocible Quinta Sinfonía y el otro lo hace ante una compleja Novena Sinfonía. Saraste deja Colonia y Salonen abandonará Londres para encaminarse a San Francisco (2020) y seguir la senda de otro mahleriano, Michael Tilson Thomas.

La despedida es el tema central de esta obra junto con otra composición,  La Canción de la Tierra, en la que el ser humano encuentra un consuelo final en el que Dios está por todas partes y en todas las cosas y el Hombre espera unirse a la Naturaleza consoladora, como apunta el biógrafo y estudioso mahleriano, Henry-Louis de La Grange. Bruno Walter fue el encargado de estrenarla en 1912 junto a la Orquesta Filarmónica de Viena, dejando registrado a finales de los años 30 un indiscutible trabajo discográfico. En el desamor que se deja entrever en una frase que dedica a Alma, escribe Gustav Mahler en su partitura: “Este soy yo y esto es todo lo que sé hacer”.

Desde el silencio la cuerda, las arpas y el metal van tomando sentido, las maderas suenan fabulosamente y el metal se impone contundente. Salonen es analítico al máximo, comedido algunas veces, las tensiones y los cambios rítmicos se ven acentuados, recordando algunas veces al maestro Pierre Boulez. Mahler nos lleva del vals vienés al precipicio, apuntaba el director de orquesta en un periódico. El concertino resultó  muy acertado así como el solista de flauta estuvo más que notable.

El segundo de los movimientos acentúa la ironía y el juego satírico entre los segundos violines, las violas y los violonchelos para sumarse los metales. Salonen impuso un equilibro estructural, logrando una homogeneidad entre las familias instrumentales. El director remarca las disonancias de la obra para después continuar con la armonía sonora. Queda reflejado el paso de la luz a la oscuridad y viceversa. El tercer movimiento, un delirio contrapuntístico para De La Grange, posee uno de mis inicios favoritos y termina de manera colosal.

El último tiempo, el cuarto, pudiera definirse como una despedida, sumergido en la densidad de la cuerda, la melancolía doliente y la disipación de la música (sonido), como si de la vida misma se tratara. Para el director de orquesta Leonard Bernstein, otro mahleriano, la Sinfonía número 9 significaba que el siglo XX era el siglo de la muerte y Mahler era su profeta musical.

La Fe y la Naturaleza mantienen vivo a Gustav Mahler.