domingo, 1 de noviembre de 2009

Un Puerto Chico soñado




La zarzuela es, ante todo, espectáculo.
Un lleno absoluto tuvo el pasado 29 de octubre el Teatro de la calle de Jovellanos, durante la representación de La tabernera del puerto,de Pablo Sorozábal (1897-1988).El maestro donostiarra trabajó, primeramente, en el Gran Casino de San Sebastián (actual Ayuntamiento), bajo las órdenes de Fernández Arbós. Aunque, pasados dos años, vendría a la Filarmónica madrileña, controlada por Bartolomé Pérez Casas. Alemania (Leipzig, más concretamente) le daría las tablas suficientes en el manejo del arco, con Hans Sitt y la composición, junto a Stephan Vireh, para regresar formado a España y estrenar su primera obra maestra, Katiuska (1931). Pero ya saben que la más popular de todas sigue siendo La del manojo de rosas. Como orquestador ha sido bastante criticado y sus reorquestaciones de Albéniz y Barbieri no se efectuaron siempre con mucha exquisitez, teniendo que ser revisado. Eso, al menos, pasó en esta producción de La tabernera del puerto.

La concepción de Luis Olmos roza el cómic, con un claro "uso del Corto Maltés". El telón de fondo fue una pantalla en la que se iban proyectando los cambios climáticos, temporales, y el pasar de algún que otro barco. El aroma portuario de esta imaginaria región cantábrica podría hacernos pensar en el pintoresco Puerto Chico santanderino. El verdor del montaje impregna el Café y la Taberna. El decorado interior estuvo cuidado y la terracita quedaba graciosa.



Una pena que José Bros no actuase como Leandro aunque Álex Vicens, que me gustó menos como actor, resultó más que correcto en su "¡No puede ser! Esa mujer es buena", del segundo acto. Uno recordaba al gran Kraus. Emocionaba.

Carmen González se mostró desenvuelta en su papel de Mariola, sumida en una compleja historia de amor. Querida por hombres y detestada por las mujeres de estos, se verá agredida y acosada por su propio padre. Su misterioso progenitor y contrabandista, Juan de Eguía, dará cuenta de su confuso amor filial y de su duro carácter. Juan Jesús Rodríguez lo bordó, con momentos resaltables como el de "La mujer de los 15 a los 20".



Cómico y magníficamente retratado el personaje de Antigua, rival de Mariola, por Marta Moreno. Su pareja, Chinchorro, produjo sonrisas y buenos momentos de la mano de Ismael Fritschi. También sumido en alcohol el marinero inglés Simpson, quien con buen humor cantó el pegadizo "Despierta negro", avisando a los marineros norteamericanos del zarpar de su navío.


Un teatral pero eficiente oleaje marcó el inicio del tercer acto, con la barca sobre la que se encuentran los enamorados Leandro y Mariola. La prueba de amor a la que les ha expuesto Eguía les hace hundirse en la búsqueda de un alijo de droga en los confines marítimos. Sobreviven, ese es el previsible punto final. Juan de Eguía será conducido por los carabineros. Sabio manejo de la luminotecnia.

Aunque el sello AUDIVIS la grabara junto a Víctor Pablo Pérez, el Orfeón Donostiarra, la Sinfónica gallega y un reparto que incluía a Domingo, Bayo y Pons; he de decir que optaría por la ya antológica del propio Sorozábal, con Alfredo Kraus y Pilar Lorengar (EMI). Ahí queda eso