domingo, 26 de octubre de 2008

Homenaje al maestro José Antonio Abreu (Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2008)


"Rafael Marín y Jaime Arroyo Moya (uno de nuestros más afamados especialistas en música clásica), presentarán esta tarde “Tocar y luchar”, documental que ahonda en las entrañas del Sistema de Orquesta Juveniles e Infantiles de Venezuela, un sueño musical creado por José Antonio Abreu que agrupa a más de doscientos cuarenta mil niños y jóvenes en Venezuela y otros miles en América Latina. De este maravilloso proyecto han surgido gran número de aclamados músicos, como el director Gustavo Dudamel o el contrabajista Edicson Ruiz. La solidaridad y dedicación del maestro Abreu le han valido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2008, nuestro Fórum quiere sumarse hoy al reconocimiento de su figura." (Fnac Plaza Norte, 4-octubre-2008)

Maestro Abreu y Dudamel: un lenguaje universal llamado música


Sobre Abreu y su Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela llevaba años oyendo hablar. La figura de José Antonio Abreu despertó enseguida en mí la inquietud por quien ha dado todo por y para el arte e intenta hacer que lo suyo sea un proyecto común para todos. La solidaridad de un hombre como Abreu, que ha llevado a Venezuela a crear ejemplos tan sobresalientes como Gustavo Dudamel, tiene ahora una merecidísima recompensa a añadir: el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2008. Escribo estas líneas después de felicitar a la gente que hizo posible que esta magna idea se materializara.
La figura del maestro Abreu está presente en todo momento, siempre que su apretada agenda se lo permite. Su última distinción especial provenía de la Royal Philharmonic Society londinense. Una especie de aura destella de él, siempre agradecido tras recibir innumerables elogios. Cita a Heidegger, habla de los principios del hombre, aboga por la unión y la necesidad de lo bello, lo profundo del ser y la inmensidad del corazón. En cifras, el “Sistema” ha creado 220 orquestas (150 juveniles y 70 infantiles) y mediante sus 190 escuelas atiende a más de trescientos mil niños.
Gustavo Dudamel, a quien conocí durante su gira española, destacó en el podio y nos hizo sentir la fuerza y el color de los instrumentistas de la “Simón Bolívar”. En un desenfreno de virtuosismo, Dudamel y los suyos atraparon al público de Valladolid y de Madrid entre las notas musicales de Chaikovski y Stravinski. La sencillez y la humildad de estos muchachos se plasman en la música con una frescura innata.
Gustavo, que constituye el ritmo en sí mismo, volvió a la capital en esta ocasión acompañado por Gidon Kremer y la Orquesta Nacional de España. Presentó, además, a los medios su último trabajo en D.G., “Fiesta” (un viaje musical por las regiones hispanoamericanas). Tenemos el sonido de conocidos como Ginastera y su ballet “Estancia” o el evocador “Mambo” de “West Side Story”, compuesto por Leonard Bernstein. Además, redescubrimos los sorprendentes “Danzón nº2”, de Márquez, un extracto de la “Suite para cuerdas nº1”, de Romero y “Mediodía en el Llano”, de Estévez. En la rueda de prensa, aflora su espontaneidad y, ante la pregunta de cómo motivaría a los jóvenes a escuchar música clásica, responde: “Yo escucho música pop (me gustan Pink Floyd y Queen), estuve en el concierto de Marc Anthony, bailo salsa y me emociono con Beethoven”. Añade que “no hay que ver la música clásica como aburrida” y que “Mozart compondría música pop si viviera en nuestros días”
De su vitalidad en el podio da rienda suelta, comentándonos que “la música no debe ser una rutina para el músico, sino su vida”. La juventud es el reflejo de la interpretación en Venezuela y “en media hora están agotadas todas las localidades porque los jóvenes tocan para jóvenes”. Su idea es no irse de su país más de cuatro o cinco meses, aunque sus compromisos le mantengan al frente de la Sinfónica de Gotemburgo, la Filarmónica de Los Ángeles (Titular a partir de la temporada 2009-2010) o como invitado alrededor del mundo.
Para su nueva visita madrileña, ideada hace dos años, “Gidon Kremer propuso el Concierto para violín y orquesta, de Beethoven”. En esta ocasión se planificó con el añadido virtuoso y especial sonoridad de Alfred Schnittke y la “Quinta Sinfonía“, de Prokófiev. Es un maestro de “quintas” (sonríe), aunque me asegura tener programadas “cuartas” (Chaikovski, Brahms, Mendelssohn...).
¿Cómo resultaron el ensayo general del viernes y el matutino concierto del domingo? Sinceramente, impactantes. Dudamel consiguió aquello que comentó ante los medios, que consiste en “sacarle jugo al espíritu de las orquestas”.
Kremer produce, a veces, un sonido áspero pero intenso ayudado por un excelente instrumento. Las cadencias de Schnittke recuerdan a un Shostakóvich en estado puro, con intensas y afiladas notas que se entrelazan con las románticas impresiones beethovenianas. No se ha hecho justicia a Schnittke, con un lenguaje complejo que da pie a bandas sonoras que alternan la delicada melodía con sonoridades experimentales.
El ritmo define a Dudamel y la música fluye con él mediante un imponente control de la batuta y su incisivo manejo del brazo izquierdo. Logra un gran efecto sobre el conjunto, acentuando aquí y allá, y nutriendo la maquinaria orquestal. La pasión que desprende su pequeña figura y su endiablados rizos contagian no sólo a los músicos, sino al público.
Finalizó un concierto realmente memorable, con un maestro de 27 años lleno de vida y posibilidades. A la salida, uno de los músicos solistas resumió en una frase el evento: “Nos ha enamorado a todos”.
Suerte en Los Ángeles.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Abbado, un humanista en el siglo XXI

En “La casa dei suoni” (traducido en España como “Yo seré director de orquesta”), Claudio Abbado inicia este precioso cuento musical, diciendo: “Tuve mucha suerte ya que nací en medio de la música”. La rectitud de su padre (violinista) y la dulzura de su madre (pianista) marcaron su niñez. “Ella sabía hacer que todo fuera fascinante como en un cuento de hadas”, recordaba.
Abbado no es sólo sensible a lo musical, que lo es como pocos, sino a lo humano y a la belleza de la vida. Amante de la vela y la botánica, ha vuelto a nacer tras un cáncer de estómago que le apartó de la titularidad de ese titán llamado Orquesta Filarmónica de Berlín (1989-2002).
Claudio pertenece a un tipo de personas que hacen de lo pequeño e insignificante un gran proyecto. Es un creador musical de primera magnitud que se ha rodeado de gigantes del alma y del corazón, como José Antonio Abreu. Abreu ha creado un sistema único en el mundo que une la música a los niños, independientemente de su condición económica y social. Abbado se vinculó activamente al proyecto de Abreu, que ha logrado que trescientos mil muchachos venezolanos hayan sentido la música como algo propio, que no divide, que les une y les proyecta en un futuro prometedor. Gustavo Dudamel (sucesor de Neeme Järvi en Gotemburgo y de Essa-Pekka Salonen en Los Ángeles), gran amigo de Abbado, se perfila como el director del siglo XXI, heredero del “Sistema” de Abreu. Los años 70, no tan atrás en el tiempo, marcaron la Italia combativa y luchadora de Claudio y los suyos (Maurizio Pollini y Luigi Nono). De su pertenencia al Partido Comunista Italiano hicieron consigna y ejemplo en un desinteresado empeño sociocultural de acercar la música a las clases más perjudicadas y a los barrios obreros, ofreciendo conciertos en las fábricas.
En Madrid, su fragilidad exterior y su timidez contradecían ese potencial de expresión y fuerza beethovenianas. Su “Fidelio”, la “Heróica” y la Obertura “Leonora” mostraban a un ser que se superaba a sí mismo, compás a compás. La maestría de los jóvenes intérpretes de la Mahler Chamber Orchestra unida a la experiencia y sabiduría de Abbado, produjo un cóctel equilibrado perfectamente, rico en matices y acentos rítmicos y melódicos. España le apasiona, quizá por eso piense ampliar sus miras hacia nuestro país, atraído por sus antepasados y su mestizaje. Actualmente se centra en tres conjuntos: la Orquesta del Festival de Lucerna, la Orquesta de Cámara Mahler y la Orquesta Mozart (de instrumentación original y sita en Bolonia).
Conmemorando su 75 cumpleaños, el sello Archiv ha realizado interesantísimas grabaciones del maestro. Acompañando a Carmignola abordan Mozart y sus conciertos para violín, en un doble CD con la Orquesta Mozart. Le siguen las últimas obras sinfónicas del de Salzburgo, con la misma agrupación en otro registro de dos discos. Ya a precio medio, se presentarán un CD de marchas y danzas, una integral de las sinfonías de Beethoven con los filarmónicos de Berlín (grabadas en Roma en 2001) y los conciertos de piano (con su querido amigo Pollini y la Filarmónica de Berlín) y el Triple (con la Joven Orquesta Simón Bolívar de Venezuela).
Por si fuera poco, salen al mercado dos DVD's. Uno con piezas variadas de Mozart, Schubert, Brahms y Rossini. El otro, con Pollini y dos orquestas, la de la Scala y la Filarmónica de Viena.

domingo, 19 de octubre de 2008

Mahler inicia los conciertos de la ONE




Mahler da la bienvenida a la temporada de conciertos (2008-2009) de la Orquesta Nacional de España, en el madrileño Auditorio Nacional de Música. Josep Pons, más allá de reproducir el sonido mahleriano nos ofrecía una densidad sonora cercana a Bruckner. La "Tercera", cuyo primer movimiento resume el desarrollo total de la obra, es una de las más "imponentes" sinfonías de don Gustav, para un maestro como Solti. La magnitud instrumental recurre a un despliegue de medios, contando con un desenfrenado aparato orquestal. La cuerda queda engrosada, acompañada por un contingente de metales y percusiones. Los metales de la Nacional son un episodio aparte, principalmente las trompas. La cuerda, comedida ante la atenta batuta de Pons, quedaba relegada en un segundo plano. Magnífica madera la de la ONE, ensamblada, rítmica, llena de color. Los coros de niños y adultos llevaron la obra a buen puerto, ayudados por la voz de mezzosoprano de una conocedora, como es la norteamericana Michelle DeYoung. Lo humano se ensambla con la naturaleza. Las reminiscencias a la música de banda militar están siempre presentes en Mahler, a sus recuerdos en Jíhlava (Iglau, en alemán). Habla de la igualdad entre lo culto y lo popular y es, además, un cántico panteísta. Un Mahler correcto, aunque algo lineal.