lunes, 25 de mayo de 2009

Sabores hispanos


Tras una exitosa gira por el Reino Unido (Symphony Hall en Birmingham y Cadogan Hall en Londres), volvieron los músicos de la Orquesta Nacional para ofrecernos el penúltimo programa de la temporada. Las obras que presentaron por las tierras del Imperio y las que interpretaron en nuestro Auditorio fueron las mismas. Las Danzas fantásicas, de Turina, y el Concierto de Aranjuez, rindiendo un merecido homenaje a Rodrigo en el décimo aniversario de su fallecimiento, ocuparon la primera parte. Maurice Ravel centraría la totalidad de la segunda parte, con sus Alborada del gracioso, Rapsodia española y, cómo no, el Bolero.



Mientras escuchaba mis siempre admiradas y criticadas Danzas fantásticas, recordaba aquella sublime grabación de Max Bragado y la Orquesta de Castilla y León. Parecía como si los mejores tiempos de Argenta estuvieran apoderándose de la Nacional, en un Turina de nota. El tipismo y el españolismo se ensamblaron con el sabor de la escuela francesa (Schola Cantorum), de D'Indy. La homogeneidad de la agrupación resaltaba los diferentes climas de la "Exaltación". El inicio del "Ensueño" nos remontaba a Dukas y el apoteósis de color vino con lo intenso y veloz de la "Orgía", con unos vientos un pelín altos, aunque regulados y homogéneos. Descomunal en cuanto al despliegue de medios y de rápida captación entre el público menos asíduo, nos mantuvo a unos y a otros con la respiración contenida.



José María Gallardo del Rey fue el guitarrista escogido para dar luces, y alguna sombra, al reconocible Concierto de Aranjuez. Conocedor de lo técnico y mucho de lo mecánico, tradujo con un concepto algo libre esta universal melodía. El Allegro con spirito desató una belleza intrínseca entre el sonido solista y el de la orquesta, para desatar emociones a flor de piel con el Adagio. Con el Allegro gentile terminó el experto percutidor de la cuerda una versión algo falta de intensidad pero nutrida y polícroma a nivel sinfónico. Gallardo del Rey, tras las numerosas aclamaciones, nos regaló dos propinas: Canarios, dado el uso que Rodrigo había hecho de la misma, de Gaspar Sanz y su propia composición In memoriam a Django Reinhardt ("el mejor guitarrista de todos los tiempos", como apuntó). Les recomiendo que escuchen "14 Maneras de echarte de menos", en recuerdo a Piazzolla, y el variado "The trees speak" (D.G.).



Ravel tuvo su momento de gloria con la rítmica acentuación, los aromas de misterio y la intensificación temática, en la Alborada del gracioso. La Rapsodia española inició hipnótica y oscilante, para continuar en un marcado sonar y un complejo inicio de la cuerda resuelto con exotismo en la "Habanera". La "Feria" marcó ese carácter intenso, festivo y de algarabía sugerente y animosa que puso punto y fin a la pieza.



El comienzo del Bolero mundialmente respetado lo pusieron dos móviles politono. Pese a tal desconsideración por parte del público, el ritmo in crescendo en este juego armónico de ascensos y matices tuvo una interpretación de bravo. Las melodías, cual pieza de Glass o Reich, se repiten cambiando el modo y el volumen. Sucumbimos al carácter hipnótico de la música, en un balanceo y un ir y venir de ráfagas melódicas. La música va a más, nunca a menos, en un no parar que contagia al oyente sumergiéndolo en su delirio de suma instrumental. Escuchad el Ravel de Munch, Paray y, para los historicistas, el de Van Immerseel. Ya me contaréis



Muy buen trabajo el de Pons y los suyos




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