jueves, 21 de mayo de 2009

Nach der Musik o Un Padre Musical


Atrajo mi atención uno de los banners de la web de recomendada visita http://www.klassik-heute.com/ . Se trataba de la película "Nach der Musik", de Igor Heitzmann. Tras visionar su trailer en http://www.nachdermusik.de/ o en http://www.youtube.com/watch?v=fAGE7ZSnn78 me sentí necesitado de comentar las vidas de un padre y su hijo a través de la música, las vivencias de dos mujeres y la Historia de las dos Alemanias o los dos Berlines.


El austríaco Otmar Suitner (Innsbruck, 1922) recibió clases de dirección en el Mozarteum salzburgués con Clemens Krauss, para ocupar posteriormente, por dos años, el Landestheater de su ciudad natal. Fue Generalmusikdirektor en Remscheid y Kaiserlautern hasta 1960, fecha en la que se haría cargo de la Staatskapelle de Dresde. "El período más feliz de mi vida", como asegura en el documental. Recuerdo las brillantes versiones grabadas de sus óperas de Mozart, con las voces de Schreier o Adam, las operetas de los Strauss o su visión contemporánea de la música, haciendo Hindemith o Dessau. Pero la titularidad en el Berlín soviético de la Staatsoper Unter den Linden le mantendría durante 26 años al frente de la misma, en absoluta sintonía y logrando los más altos premios y llegando a ser aclamado en Japón. Tengo un especial cariño por aquel Alfonso und Estrella schubertiano, junto a Prey, Mathis o Fischer-Dieskau y los berlineses.


Igor, director y genial artífice de recuerdos y de avivar pasados, nace del amor de un padre en la cuarentena y casado en el este y de una madre que trabaja en el Festival de Bayreuth y que supera con poco los veinte años de edad. Suitner contaba con el pasaporte austríaco ("sólo podíamos pasar libremente la frontera unas cuantas personas -de la Ópera-", recuerda), lo cual le permitió dar una imagen exterior de aparente normalidad en la DDR (RDA, para nosotros). El pabellón hace aflorar la vena sensible de ambos, tanto de Renate como de Otmar. Allí le dijo que no sería capaz de conquistarla. En realidad, ya lo había hecho.


La Stasi estuvo al tanto de sus pasos, como lo demuestra un fragmento de la película, en el que Suitner se siente molesto por las mentiras que en él se dicen, aunque posteriormente bromea sobre este hecho.


Marita, su esposa formal en el Berlín comunista, sabía de la existencia de Renate. Parece insólito pero ambas mujeres le adoran. Especialmente Renate se hace adorable a la cámara. Cierto es que el Berlín oriental le ofreció oportunidades y una cómoda vida, auque sólo pudiera ver a su amante y a su hijo los fines de semana.


Heitzmann ha logrado emocionar, con este retrato a su octogenario padre que tuvo que dejar la dirección de orquesta debido a un Parkinson prematuro que le obligó a abandonar la berlinesa Staatskapelle. Momentos estelares son cuando Suitner recuerda pasajes mozartianos (Sinfonía nº39, por ejemplo) o de Strauss (Die Libelle), comparte una comida italiana entre sus dos mujeres y el hijo o cuando acude a los ensayos de dirección en el Conservatorio vienés, donde dio clases. Un viaje final a Innsbruck hace retomar las raíces de padre e hijo, visitando la tumba de sus ancestros.


El momento culminante, aunque nos de pena pensar que se va acabando el visionado de este recorrido por los sentimientos y la mejor música, es cuando forzado por el hijo dirige su adorada Staatskapelle anexa a la Bebelplatz de la detestable quema de libros nazi y frente a la excelente Bibioteca Nacional y a la ilustre Universidad Humboldt.

Recuerdos, alegrías, vueltas al pasado con guiños y melodías a una vida...

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