lunes, 11 de mayo de 2009

La madre Rusia


Dmitri Kitaienko ofreció con nuestra Orquesta Nacional aquello que conoce de sobra: Prokófiev, Shostakóvich y Rimski-Kórsakov. Kitaienko es un heredero de la larga tradición directiva rusa y vivió los años de esplendor en Leningrado y Moscú. Operista pero pronto titular de la Filarmónica moscovita, comparte junto a Rudolf Barshái esa pasión por Shostakóvich que les ha llevado a competir discográficamente por un merecido sobresaliente en cualquiera de los dos casos. Curiosamente la ciudad alemana de Colonia les ha llevado a grabar integrales en Brilliant (Barshái junto a la Radio de la ciudad) y Kitaienko, en Capriccio en calidad SACD, con la Gürzenich).


"Estoy libre por el momento", comentaba ilusionado el director. Acaba de grabar para el sello Phoenix la integral de sinfonías de Prokófiev y reside entre la región alemana de Suiza (Berna) y el lujoso Hotel Excelsior frente a la Catedral de Köln. La relación con la que fuera agrupación de James Conlon fluye, preferentemente en sus registros sonoros.
Con suma dedicación, fue definiendo con claridad los matices en los ensayos y en el posterior concierto del matutino domingo madrileño. Su mujer estuvo atenta en todo momento.


El concierto dio comienzo con esa obertura a la patriótica ópera Guerra y paz, de Serguéi Prokófiev. El abrupto desajuste del inicio no amargó el desarrollo de la pieza que sirve de introducción a los textos de Tolstói. Recordamos, lógicamente asociándolos, el tema argumental de la Obertura 1812, de Piotr Ilich Chaikovski. Lectura de importante sabor y contundencia llevada con marcada claridad y conocimiento por Kitaienko. Gergiev grabó completa en disco esta ópera en el sello Philips, en una reluciente grabación junto a los cuerpos estables del Kírov del actual San Petersburgo.


La hermana de otro genio del arco nos visitó, me refiero a la violonchelista Tanja Tetzlaff. Como ya lo hiciera su hermano Christian con el Concierto de Alban Berg, Tanja se lució con su Guadagni y con el endiablado Primer concierto, de Dmitri Shostakóvich. Rostropóvich dio la suficiente tranquilidad a Dmitri para componer para un instrumento solista que le era desconocido, como ya había confiado en Oistraj para hacerlo con el violín. El nivel dramático captado por Tetzlaff fue reconocido con múltiples aplausos, también esa destreza danzarina para manejar el arco y, pese a quedar ensombrecida pocas ocasiones por la densidad orquestal, salir triunfante. La coda destinada a la celesta definió claramente al autor, antecedida por el preciso sonido del trompista, y la extensa cadenza del tercer movimiento nos mantuvo en un vértigo musical positivo aunque nocivo para corazones hipertensos. Ante la aclamación general, Tetzlaff optó por Bach y una de sus deliciosas suites. ¡Menudo Johann Sebastian nos obsequió!. La cajita que representa a un jovencito Rostropóvich en Brilliant, incluye una magnífica opción del concierto junto a Gennadi y los músicos de la radio moscovita, aunque Müller-Schott tiene una genial lectura con la Orquesta de la Radiodifusión bávara y Iakov Kreizberg (hermano de Semión Bichkov y próxima batuta en subirse al podio de la Nacional), en Orfeo.


La segunda parte nos sumergió en el maravilloso mundo de las Mil y una noches, en un incesante flujo musical. Lo exótico de Rimski-Kórsakov quedó marcado por un concertino de la talla de Serguéi Teslia, que nos hizo lagrimear a unos cuantos. Los solos de violonchelo, fagot y flauta estuvieron magníficamente definidos por los profesores de la Nacional. Un concepto muy ruso el de retardar e intensificar algunos matices llevaron a Kitaienko a alargar la pieza, en un apoteosis de color. Sherezade y sus toques de reminiscencias españolas y el carácter orientalizante marcaron una exitosa segunda parte y demostraron, una vez más, que nuestra agrupación va in crescendo.



Cerramos las partituras cirílicas del maestro Kitaienko en estas temperamentales y sentidas lecturas, con la sensibilidad a flor de piel.


Grabaciones hay muchas, por no decir miles. De las últimas interesantes: Spano (Telarc), Gergiev (Philips) o Bakels (de sorprendente sonido en BIS). No debemos olvidar, jamás, a Kondrashin y la del Concertgebouw de Ámsterdam (Philips) ni la barata del sello Naxos. Tampoco lo hizo mal Barenboim con los de Chicago, en Erato.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

COMPLETAMENTE DE ACUERDO CON TUS ACERTADOS COMENTARIOS. TODOS NOS DEJAMOS ARRASTRAR POR LA FUERZA DE
KITAIENKO.

Anónimo dijo...

Me encanta lo que dices, es puro sentimiento y amor hacia esa música que tanto llena tu vida.