"¿Cuándo fue la última vez que escuchaste a Kissin?", me pregunta un conocido. "En los Proms londinenses de 2005, con un apoteósico Concierto nº1 de Shostakóvich, la Sinfónica de la BBC y Andrew Davis", le contesto. "Yo recuerdo hace mucho tiempo a un joven Kissin interpretando Beethoven junto a sir George Solti", me comenta. Lo cierto es que Evgueni Kissin no visitaba Madrid desde hace tres años y su público se lo hizo notar hasta la última nota.
La poderosa e incisiva mano izquierda contrastaba con su danzarina mano derecha, dando muestras de su temperamento en su visión de Prokófiev. Las familias de los Capulescos y los Montescos bailaron al son de las teclas, en este ballet formidable llamado, alegóricamente, "Romeo y Julieta".
Una de las piezas más logradas de Serguéi constituye la "Sonata nº8", de apariencia siniestra entre sus contrastadas ornamenturas. Se aprecian las diabluras de la partitura en las manos de su interlocutor. Los torbellinos sonoros se resuelven sin aparentes complicaciones por el genial Kissin.
Chopin da paso a la segunda parte del programa. La delicadeza y el romanticismo están a flor de piel. Un apasionado y frenético pianista abordó "Tres Mazurcas" y "Ocho Estudios" con algún que otro atropello. A pesar de esto, la sensualidad, belleza y suntuosidad de estas músicas permanecieron perfectamente acentuadas, a una magistral velocidad.
Las escalas ascendentes y descendentes no encontraban pausa, fluyendo desenfrenadamente.
El público, agradecido, premió con múltiples y repetidos aplausos un trabajo bien hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario