El curso del Rin ha servido de referencia a compositores, literatos y cineastas. Por ello, Leaper y los suyos dedicaron la semana pasada un navegable concierto, a través de la música de Schumann y su Sinfonía Renana, el Concierto nº1 de Bruch (natural de la ciudad de Colonia) y el desenfadado Till Eulenspiegel, estrenado a orillas del río el 5 de noviembre de 1895.
Recuerdo mi paso por St. Goar, Koblenz y Bopard... Qué experiencia tan hermosa, encaminarse desde Köln hasta Bonn, rozando el río favorito de Wagner y que atrapó definitivamente a Schumann, visitando los pueblos a ras de montaña y que están regados por el curso del Mosela y del Rin, probando sus vinos y respirando su aire fresco.
Siempre que pienso en el Till Eulenspiegel, de Richard Strauss, lo hago también en aquel formidable ensayo-concierto de Sergiu Celibidache con Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart, del año 1965 (http://www.youtube.com/watch?v=j1LK6la5THA). El personaje de esta pieza fue un bromista nato, que adoptaba cualquier tipo de identidad saliendo airoso, convirtiéndose en una especie de "héroe de las clases bajas" que vivió entre 1300 y 1350.
En el verano de 1894, Richard Strauss pensó crear una ópera aunque visto el reciente fracaso de Guntram optó por la lógica composición del poema musical. La obra maestra se titularía: "Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel, de acuerdo con el relato del viejo bribón, para orquesta en forma de rondó". Till resulta imprevisible desde la primera nota, por eso Leaper resultó algo formal y serio en su concepto global. El corno, cuyo tema es crucial, estuvo esplendido. El trémolo de las violas mantuvo una uniforme linea ascendente y, después, vendrían los clarinetes y los fagotes. Los metales de la ORTVE sonaron tremendos. Observamos a un absolutamente descriptivo Richard Strauss, con las maderas juguetonas, el deslizamiento de la cuerda y el desenfreno de la percusión. Cada paso dado por Till, en sus correrías y desmanes, queda definido por el grupo instrumental. Atentos, que se acerca.
Ya había programado siete días antes la Orquesta Nacional el Concierto nº1, de Max Bruch, con el tándem Varga-Jachatrián, así que los agravios comparativos surgieron desde el inicio. Aquí, Leaper contó con el legendario Marat Bisengaliev (Kazajistán, 1962). Algo tosco el sonido que desprendió de su arco, con ataques realmente impactantes pero faltos de refinamiento. Bruch quedaba ensombrecido en algunas frases, con una orquesta compacta, pero con el sonido abrupto del solista. Ya comenté que a Bruch se le ha olvidado a pesar de ser reivindicado por directores de la talla de James Conlon o Kurt Masur, haber compuesto sinfonías, dos conciertos más (el Segundo dedicado a nuestro Pablo Sarasate), un oratorio de la magnitud de Moisés o delicada música de cámara. Pobre Bruch, natural de Colonia como Offenbach, eclipsado por Brahms o Mendelssohn. Su composición se esbozó en su residencia natal pero se terminó en Coblenza nueve años después (1866). Otto von Königslöw lo estrenó bajo la dirección de Bruch a beneficio de la Sociedad de Mujeres Evangélicas, el 24 de abril.
La Sinfonía Renana, de Robert Schumann, se podría haber titulado Episodio de una vida a la orilla del Rin. Lo poético y lo popular se dan la mano en esta pieza que homenajea a la vieja Alemania, escrita en Düsseldorf durante 1850. El flujo de agua oscila en la cuerda en un va y ven constante. La orquesta de Leaper saca jugo a cada movimiento, echando por tierra la fama de mal orquestador que tenía Schumann. Ya saben que Gustav Mahler reorquestó cada una de las sinfonías de este compositor. Los pasajes de recogimiento nos hacen imaginarnos la impresionante Catedral (Dom) de Colonia, en la que basó Schumann su penúltimo movimiento. Es también un claro recuerdo a Johann Sebastian Bach y al futuro cardenal von Geissel. Para finalizar, el último pasaje despierta una alegría que roza lo tradicional. Esta música clama a la naturaleza.
Sumérganse en estas músicas. Para ello, mis recomendaciones para Strauss y su Till Eulenspiegel serían las protagonizadas por Zinman y la Tonhalle de Zurich (ARTE NOVA), la de Christoph von Dohnányi y la Philharmonia de Londres (SIGNUM) o la fílmica de Celibidache (EuroArts). Con respecto a Bruch, desde Mutter hasta Sarah Chang hay infinidad de buenos registros. Para los que quieran un buen ciclo de sinfonías de Schumann, pueden acercarse a las de Barenboim con la Staatskapelle berlinesa (TELDEC), Thomas Dausgaard con la de Cámara sueca (BIS), Szell con la de Cleveland (SONY) o Chailly con la Gewandhaus de Leipzig (DECCA).
4 comentarios:
Me encanta el blog Jaime, sigue en ello porque da gusto leerte.
Un abrazo.
Dani.
Ya que aparece Celibidache, a ver si pudieras hacer un monográfico sobre este directo. Me parece muy interesante el cómo fue discriminado a cambio del célebre Karajan, pero más aún la fama que tenia por consultar a sus músicos constantemente para la interpretación.
Hay mucho jugo, jeje.
Un abrazo
Ciertamente, da gusto leerte, pero también oirte. A ver si da usted más señales de vida, que a mi me la das cada vez que hablamos.
;-P
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