domingo, 11 de octubre de 2009

El sonido aerófono en la frondosidad boscosa


Nutrido el concierto de este fin de semana, de la mano de una pletórica Orquesta Nacional junto a su titular, Josep Pons.


Dio comienzo el matutino concierto del domingo 11 de octubre con la obertura a modo de movimiento sinfónico de Der Freischütz (El cazador furtivo), de Carl Maria von Weber. La trompa, tan protagonista en esta ocasión, define a los cazadores y su modo de vida. El bosque quedará así mismo definido por el instrumento de metal, siendo realmente el protagonista a lo largo de la ópera y de esta introducción a modo de obertura. Los trémolos de la cuerda, los clarinetes en su registro más grave y los ataques de timbal serán decisivos. Antes del fortíssimo, los clarinetes y fagots representan al pobre Max (protagonista ineludible de la obra). El acorde en mi bemol mayor dejará constancia de que el instrumento favorito de Von Weber era el clarinete, como también se verá en sus conciertos. El amor y el bien triunfan frente a las fuerzas maléficas en este ejemplo de germanismo pre-wagneriano. Las elegantes trompas estuvieron bellamente reguladas en armonioso equilibrio, en los violonchelos se añoraba un poco más de intensidad y los trombones estuvieron perfectos.

"El concierto (para trompa) tiene una orquestación grande, rica en timbre y expresiva", comenta Salvador Brotons (1959) acerca de la pieza que la OCNE le encargó para el segundo concierto de la temporada. Brotons demuestra con su composición la buena música y la calidad de algunos de los compositores de nuestro país. En este caso, dejando al margen cuestiones de calidad compositiva, estamos ante una pieza de nuestro tiempo que encuentra receptores entusiastas anteriormente escépticos a las manifestaciones artísticas actuales y ahora ya desprejuiciados. El efectismo capta masas, de eso no cabe duda. Ha sido un éxito.
Brotons plantea una agotadora pieza tanto para el asilvestrado solista que se atreve casi con cualquier cosa, Javier Bonet, como para la orquesta de la que es miembro. Visualmente mereció mucho la pena, ya que interpretó una trompa alpina, una trompa natural, una trompa romántica y ¡hasta una caracola marina!.
La percusión invade de manera mágica la sala para que mediante la caracola se establezca una especie de llamada y, posteriormente, la cuerda tome cuerpo desde la levedad. La trompa alpina se ensambla con la sigilosa instrumentación cordófona. Aquí vinieron unos pequeños desajustes que no impidieron hacernos disfrutar del indagador Bonet y de su soplo a pleno pulmón. El aspecto rítmico estuvo lleno de colorido y fue trepidante, mediante el uso de la trompa natural y unas melodías que parecieran evocar notas hispanoamericanas de origen primitivo, al son también del fagot y de la flauta.
Las complejas cadencias a cargo de la trompa romántica se alzaban entre las recurrencias españolistas y las notas más altas no parecieron traerle demasiados problemas a Bonet. La cuerda estuvo inspirada en sus juegos de intensidades y aromas a lo Shostakóvich.
A modo de anécdota, he de comentar que en cierta ocasión Javier Bonet se atrevió a interpretar los Conciertos para trompa, de W.A. Mozart, ¡con un embudo y un tubo!.

Pons ha captado el sentir de Anton Bruckner en su, no más ni menos romántica que las anteriores, Cuarta sinfonía. Motivados los trombones y armoniosas las trompas, sonaron algo fortes pero en muy buena forma. El trío de trompetas sufrió algún percance, aunque la linea fue ascendente todo el tiempo.
De la Romántica tenemos constancia de no menos de cinco versiones diferentes, aunque su estreno estuvo dirigido por Hans Richter, en la Viena de 1881. Sobre el motivo de su composición y su título, el autor argumentó que veía: "Una ciudadela de la Edad Media. Amanecer. La campana se oye desde la torre. Las puertas se abren. Los caballeros avanzan con brío montados en orgullosos corceles. La magia de la naturaleza les rodea". El caracter cíclico de la música bruckneriana nos hace pensar en otros autores en los que se pudo inspirar, como Schubert o Wagner. Lo cierto es que la magnitud de esta composición no debería pasarle inadvertido a nadie, ya que podrían escuchar los sonidos alpinos y disfrutar con los paisajes de Linz o bailar un Ländler en honor al autor. Escúchenle hoy mismo, ya que tal día como hoy de 1896 moría en la ciudad de Viena.

Mis grabaciones recomendadas para la obertura de Von Weber serían las de Rafael Kubelik o la de Antoni Wit , para la ópera íntegra las de Carlos Kleiber (también en DVD el ensayo y concierto de la obertura), Joseph Keilberth o Nikolaus Harnoncourt. Para la Cuarta de Bruckner podríamos elegir entre la moderna de Simon Rattle o los registros en DVD de Kubelik y Wand, junto a diamantes en bruto como Jochum (junto a la Filarmónica berlinesa y la Staatskapelle de Dresde), Böhm o Tintner. Aunque he de confesarles algo, fue Otto Klemperer quien me hizo descubrir a Bruckner y me hechizó con su grabación al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Colonia (1954).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo por cómo la describes ya puedo imaginarme la melodía :) despiertas nuevamente mi curiosidad, felicidades!

Jaime Arroyo Moya dijo...

Al menos es lo que uno intenta al crear este blog.


Mil gracias,
Jaime

Mari-Matrix dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mari-Matrix dijo...

¡Que pecado no tener entre mi pequeña colección de clásica estas composiciones! Debió ser espectacular escuchar el sonido de la caracola marina; cuanto menos debió ser curioso escuchar el timbre que salió de ahí.
De nuevo, usted, querido Mensajero, nos hace sentir y anhelar el concierto que tuvo a bien en paladear el pasado Domingo.
Un Abrazo