El todavía director
titular de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham y recientemente
nombrado de la de Boston, el letón Andris Nelsons (Riga, 1978), ha sabido
continuar la herencia dejada por el maestro sir Simon Rattle, actual director
de la Filarmónica de Berlín.
Ha contado con el
apoyo de Claudio Abbado, que le invitó al Festival de Lucerna, dirigiendo a la
Concertgebouw en el concierto de apertura, en 2011, junto al pianista Yefim
Bronfman. Beethoven, Dvorák, Chopin y Rimski-Kórsakov fueron los compositores
escogidos. Si esto fue elegido para el 5 de septiembre de 2011, para el día
anterior, había preparado tres geniales autores: Shostakóvich, Wagner y Richard
Strauss. En la inauguración del Festival, en 2014, aceptaría el privilegio de
sustituir al gran Claudio Abbado, durante un monográfico dedicado a Johannes
Brahms, junto a Sara Mingardo y la Orquesta. En enero del año pasado, tuvo el
honor de dedicarle un último adiós, con las músicas de Beethoven, Mahler,
Schubert y Berg. En esta ocasión, la violinista Isabelle Faust y el actor Bruno
Ganz, le acompañarían.
Andris Nelsons es un
enamorado de Richard Strauss, como constató en su trabajo durante las tomas de
2010 a 2013, interpretando algunos de sus poemas sinfónicos y suites, con
la Orquesta de la Ciudad de Birmingham, en el sello que le lleva acompañando
unos cuantos años: ORFEO. En 2013 y 2014, la Concertgebouw de Ámsterdam cuenta
con su sabiduría para volver al autor de Don
Juan y Así habló Zaratustra.
Creo que dos de los
compositores que van con su estilo, son: Chaikovski y Shostakóvich. Del
primero, ha interpretado el Concierto
para violín y orquesta (con la tempestuosa Baiba Skride), el opus 42 y
algunos extractos del Lago de los Cisnes,
la Sinfonía Manfredo y la Marcha eslava, las Sinfonía 4 a 6, Hamlet, Romeo y Julieta y Francesca da Rimini. Del segundo, ha realizado las grabaciones de
las Sinfonías número 7 y 8 y los dos Conciertos para violín y orquesta, con
Arabella Steinbacher.
La obertura de Las Criaturas de Prometeo, de Beethoven,
fue la primera de las composiciones que iniciaron el concierto de Nelsons y
los de Birmingham, en su velada madrileña. Supo estructurar las masas sonoras
que recuerdan a la Primera Sinfonía,
del autor de Bonn. Las dinámicas fluyeron y hubo sentido de la homogeneidad y
del tiempo.
Para el complejo Concierto número 2, de Serguéi
Prokóviev, se contó con la ya mencionada violinista letona, como Nelsons, Baiba
Skride. Esta obra se compuso a modo de viaje musical, con paradas en París,
Vorónezh, Baku y Madrid, lugar en donde se estrenó, en diciembre de 1935, en lo
que conocemos hoy en día como Teatro Monumental (sede de la Orquesta y Coro de
RTVE), con la Sinfónica de Madrid, el violinista francés Robert Soëtens y la
batuta de Fernández-Arbós.
Antonín Dvorák no le
es en nada extraño, ya que ha dirigido alguna de sus Danzas eslavas, la Novena
(conocida como del Nuevo Mundo) y la Canción
del Héroe. Su versión de la Sinfonía
número 7, conocida como la Británica, sonó eslava en todo momento, recordando a
san Wenceslao, a pesar de una sobredosis de estruendo que le quitó algo de
poesía. Aún con eso, su Poco Adagio, fue de ensueño.
Os dejo la interesante versión de John Eliot Gardiner, al frente de la Filarmónica de Estocolmo.