Roberto Pálmer, a quien conocí en mi etapa como colaborador en la revista "Doce Notas", va ubicando su merecido lugar encima del podio, frente al atril y los músicos de la orquesta. Batuta en mano, la agrupación del ente público (RTVE), pudo contar con el entusiasmo, la fuerza y el equilibrio de Pálmer, durante el segundo concierto del VIII Ciclo de Jóvenes Músicos.
El carácter tradicional y de recurrencia folclórica de las Danzas noruegas, de Grieg, le van como anillo al dedo. Matizando aquí y perfilando allá, la música fluía en el Monumental el 18 de abril del pasado año. La atención al detalle se percibe en Pálmer, con un ímpetu que recuerda al del libanés Pehlivanian, que le invitó a Liubliana para dirigir su eslovena agrupación filarmónica.
Como director de nuestro tiempo tendió progresivamente a una mayor modernidad, con un entretenido Poulenc, en su Concierto para dos pianos, que contó con la armonía del sincronizado dúo formado por los hermanos Víctor y Luis del Valle.
Tomás Marco no le es ajeno, como tampoco lo son Fernández Guerra y tantos otros. La llamada Generación del 51 queda en parte en el pasado musical español, pero resulta patente en nuestros días. Con el Difusión Ensemble el maestro Pálmer lo ha demostrado, reivindicando y posicionándose un defensor de las corrientes antiguas y futuristas.
Roberto Pálmer tiene un aristocrático porte, un elegante manejo de la batuta aderezado con un incisivo manejo del brazo izquierdo y un futuro prometedor que aflora desde lo más hondo de su sentir y hacer musical. En Beethoven y su Segunda quedó más que patente.
Como decía aquel anuncio publicitario: "Jóvenes aunque sobradamente cualificados".
miércoles, 25 de marzo de 2009
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