jueves, 29 de enero de 2009

Velocidad y proporciones en Haydn



Adam Fischer y su Orquesta Austrohúngara fascinaron a muchos e hizo desilusionarse a otros. Los que escuchamos, también de la mano de Ibermúsica, su magnífica Creación junto a Thomas Quasthoff y habíamos analizado su integral de las sinfonías del protegido de la familia Esterházy (grabadas para el sello Nimbus y adquiridas por el económico Brilliant), percibimos un sonido algo compacto.


El conmemorativo y monográfico programa Haydn incluyó las Sinfonías nº 88 y nº 101 "El reloj" (perteneciente al ciclo londinense), además del brioso Concierto para violonchelo y orquesta nº1, en do mayor.


Que Fischer desborda energía y vitalidad en el podio no cabe ninguna duda. Desde una postura de adecuación historicista, construye bloques homogéneos en los que el sonido fluye sin hacer uso de la partitura. Heredero del estilo directivo húngaro, implantado por Kodály, se despega de la batuta atraído por lo meticuloso del detalle, haciendo énfasis con su mano izquierda como si de un grupo coral se tratara.


La claridad del primer movimiento de la Sinfonía nº 88 dio paso a un brillante momento del pizzicato de la cuerda y la melodía del violonchelo. No falta el aroma de la danza cortesana, que se entrelaza con el de las melodías campesinas.


El joven Nicolas Altstaedt (1982), de origen germano-francés, preside la parte solista del Concierto para violonchelo nº1. Acompañado de un imponente instrumento Nicolas Lupot (París, 1821), de sonido algo frío y metálico, afrontó de manera virtuosa una partitura en la que Fischer optó por ralentizar los dos primeros movimientos y acelerar un festivo tercer tiempo. Altstaedt es ya el futuro del instrumento cordófono.


Finalizó oficialmente un concierto-homenaje al padre de la sinfonía, con la denominada El Reloj. Dotada de un enorme sentido del humor, en la que prevalece el tic-tac de los fagotes tras el contundente adagio-presto. Alegra escuchar el tarareable segundo movimiento, que daría paso tras los innumerables aplausos y bravos a dos divertidas propinas.


Feliz 200º cumpleaños, Franz Joseph

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fantástica crítica.

Añadiría el toque de originalidad durante todo el concierto, que con este tipo de repertorio no es nada fácil, con un enfoque vibrante y casi explosivo por momentos.

Respecto al violonchelista destacaría su impetuosa y novedosa interpretación aunque a mi modo de ver faltó coherencia entre movimientos.

La orquesta esta muy pulida, pero no sé si llega a la sublimidad de Les Musiciens du Louvre con Minkowski o la Orquesta de la Radio de Stuttgart con Norrington.

No me aburrí nada.

Saludos.

Jaime Arroyo Moya dijo...

Qué maravillosa "Titán" nos brindó Sir Roger Norrington, con motivo del Ciclo de la Universidad Autónoma de Madrid.

Con respecto al "Concierto nº1 para violonchelo y orquesta" haydniano, he de decir que el primer y segundo movimiento fueron, a mi entender, sinónimo de comedimiento y tranquilidad, para atacar velozmente solista y director en el tercero.

No se olvide que Minkowski (capaz de hacer Bach, Haendel y repertorio francés desde Lully y Rameau hasta Offenbach) nos visita el fin de semana próximo (6, 7 y 8 de febrero)con la "Obertura 1812", de Chaikovski, la "Sinfonía nº3", de Górecki, y las "Danzas sinfónicas", de "West Side Story", de L. Bernstein.

Este Minkowski es un puro "todoterreno". No se si ha escuchado las grabaciones recientes de las operetas de Offenbach. Maravilloso junto a Felicity Lott, en "La Belle Hélène" o "La Grande-Duchesse de Géroldstein". Destaco notablemente el recital de la mezzosoprano sueca Anne-Sophie von Otter, que brilló junto a Minkowski en un concierto, también dedicado a Offenbach.

Otro descubrimiento o, mejor dicho, redescubrimiento es el que hace de Bizet, en NAÏVE, con su adaptAción del texto de "La Arlesiana" (anteriormente editado en lengua germana por CAPRICCIO). Además, incluye una selección de preludios y entreactos, de la ópera "Carmen".

Atento a la batuta que usará Minkowski con la Nacional... Barroquismo puro.

Saludos, querido Kapellmeister