miércoles, 28 de enero de 2009

Un Beethoven de contrastes


Anoche, la georgiana Elisabeth Leonskaja (1945) volvió, por sexta vez, al Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Con su rigidez gestual, la pianista que fuese pareja artística del enigmático Sviatoslav Richter,se enfrentó a las últimas sonatas del genio de Bonn, con unos incisivos ataques que se contraponían a otras dosis de melancolía y de dramático talento. Las marcadas diferencias de tiempo y de ritmo quedaron patentes desde el primer momento, haciendo un breve pero penetrante uso del pedal o llevando el compás con el otro pie. La dualidad de Leonskaja le hizo combinar una elegancia innata y una manera rotunda y penetrante de efectuar las lecturas de las opus 109, 110 y 111. Se podrían sacar algunos peros, como algún despiste en el fraseo, algunas medias teclas o su excesivo y contrastado punto de vista sobre Beethoven. Pero, ¿acaso Beethoven no fue contradictorio y/o dual?. Lo que es indiscutible es que Leonskaja agradó, y mucho, por un excelente dominio técnico y una destreza propias de ese Conservatorio de Moscú que vería tan aventajadas figuras musicales.

A propósito de estas sonatas, reproduzco y suscribo lo que para el peculiar Glenn Gould significan estas obras: "Revelan como trilogía una extrema diversidad en cuanto a iniciativa formal. Los últimos movimientos, en especial, apenas revelan esa sensación de consumida urgencia o dinámico impacto que se asocian al final clásico. Aún así, cada uno de ellos aparece impulsado por una comprensión instintiva de las necesidades de lo precedente y cumple su obligación con la idea total al tiempo que preserva un efecto de completa espontaneidad. Pero -y aquí radica su paradoja- rara vez se han construido los movimientos de forma más compacta, se han desarrollado con mayor economía o, dentro de sí mismo, han permitido la revelación de un compendio más riguroso de la sonata clásica". "Son una breve, aunque idílica, escala en el intinerario de este intrépido voyageur", concluye.

Me comenta un buen amigo, que en breve asistirá al Metropolitan Opera House neoyorquino, que recuerda haber escuchado a Leonskaja junto a Richter, con obras de piano a cuatro manos. Una envidiable anécdota.

Para mí, el recuerdo más impactante que guardo de ella es una lectura en compacto del Concierto nº2, de J. Brahms, con la Gewandhaus de Leipzig y el maestro Kurt Masur. Una de mis grabaciones de diez, capaces de hacer a uno el día algo más feliz.

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