domingo, 10 de abril de 2022

La sabiduría al interpretar a Beethoven y Mahler

El ciclo de conciertos de La Filarmónica volvió a contar con la Orquesta Sinfónica de Düsseldorf y su director titular, Ádám Fischer, dentro de su programación tras los éxitos cosechados con la Sinfónica de Viena y al interpretar la Novena Sinfonía de Gustav Mahler, en enero de 2019, junto a esta agrupación alemana. Lo hace ahora con la soberbia pianista georgiana Elisabeth Leonskaja, en sustitución de otro pianista ilustre, András Schiff, que ha tenido que cancelar su aparición española por una caída. El programa tuvo en su primera parte el Concierto para piano y orquesta número 5 de Ludwig van Beethoven y en la segunda, una nada convencional aproximación a la titánica Sinfonía número 1 de Gustav Mahler.

La familia Fischer constituye una saga musical en Hungría. Su hermano Iván es también director de orquesta y creador de la sensacional Orquesta del Festival de Budapest y su primo György dirigió la Ópera de Colonia durante veinticinco años y estuvo casado con la soprano Lucia Popp. Su padre ocupó el podio de la Orquesta de la Radio Húngara y su tío sería director de coro.

El Quinto de los Conciertos para piano de Beethoven transmite parte de toda la esencia de su autor, en una de las páginas más rotundas jamás escritas para este instrumento solista. Leonskaja posee una madurez, entrega y lirismo que la hacen valedora de un respeto internacional cosechado desde muy joven y cuyo temple y claridad en el fraseo, hacen de su lectura un momento ejemplar. Sonaron rotundos muchos pasajes de los movimientos extremos y de una poesía única su segundo tiempo, Adagio un poco moto. La cercanía de Düsseldorf con Bonn, ciudad natal de Beethoven, imprimía un halo de autenticidad a lo que en nuestra sala de conciertos se estaba escuchando. Uno parecía asomarse a contemplar el curso del Rhin con Ludwig van.

Fischer estuvo pendiente a cada entrada orquestal, siguiendo con atención y cuidado a la “dama del piano”. Tuvieron entradas estelares el fagot y el timbal, sumados a una cuerda empastada. Recordemos que la tradición clásica de Ádám Fischer es irreprochable, con notables grabaciones de toda la obra sinfónica de Haydn con una orquesta de su creación, en 1987, la Austro-Húngara

“Siempre que dirijo Mahler, intento formular el mundo de cada sinfonía y su contenido emocional; lo hago en una forma que yo pueda aprehender. Desde fuera de la música, imagino historias que giran alrededor de mí mismo…es el resultado de un largo proceso, en el curso del cual me aseguro de que las partituras se conviertan en mi más íntima convicción. En mi opinión, esta es la labor del director, exactamente lo opuesto a un trabajo reglamentado”, relata el mismo Ádám Fischer.

Su visión de la Sinfonía número 1, denominada Titán, de Gustav Mahler nos tuvo en vilo a lo largo de su interpretación. Un entregado director de orquesta creaba sonoridades rara vez escuchadas en un concierto en vivo, haciendo uso del rubato (relentizando y acelerando algunos pasajes). La penumbra y el sonido del bosque con cada una de las apariciones instrumentales, el vals vienés y su versión mahleriana, la matizada orquesta judía del penúltimo movimiento y el final que vuelve a la naturaleza como si de un poema sinfónico se tratara, con un inicio y final en la madre Gaia. 

La orquesta se entregó de lleno pese a leves desajustes en alguna de las trompas. El conjunto fue apoteósico, con el aplauso triunfal del público ante un agotado director al que aún  le quedaron fuerzas para regalarnos la más conocida de las Danzas húngaras de Brahms, la número 5.