domingo, 26 de mayo de 2019

La Gewandhaus de Andris Nelsons en dos tardes para el recuerdo




El Ciclo de Conciertos de Ibermúsica vuelve a contar con la Orquesta Gewandhaus de Leipzig y su kapellmeister, el director de orquesta letón, Andris Nelsons (Riga, 1978). Para la primera de las citas, la del lunes 22 de mayo, se interpretó la Quinta Sinfonía de Anton Bruckner. Bruckner ha estado muy ligado a esta agrupación, hasta el punto de que Arthur Nikisch estrenara su Séptima Sinfonía. Este concierto sirve para poner de manifiesto que este, denominado, sucesor de Mariss Jansons se está convirtiendo en todo un bruckneriano, como demuestran sus lecturas para el ciclo del sello discográfico Deutsche Grammophon.


Bruckner y la Gewandhaus van unidos en su historia y en su estilo musical. El primero de los movimientos destaca por el uso de los pizzicatos y los cambios rítmicos y melódicos, así como la exposición de los temas. Nelsons plasma el aspecto más místico y vigoroso del autor  austríaco. La complejidad de Bruckner es aparente y su densidad queda reflejada al inicio de la obra. Para las entradas de un mayor recogimiento o apoteosis orquestal, Nelsons suelta su batuta, para dirigir con su mano derecha, muy al gusto de los países bálticos y del antiguo bloque soviético.





El segundo movimiento destacó por el uso del oboe y la perfección y elegancia de la cuerda de la Gewandhaus, al modo vienés de tipo mahleriano. En algunos pasajes esa masa cordófona podría recordarnos a una banda sonora de película, totalmente ensamblada. El oboe se unió a la flauta y posteriormente al clarinete, en unas preciosas combinaciones.

Si la cuerda ya había demostrado su inigualable potencial., en el tercer movimiento fue a más, junto a un danzante metal. Ya en el cuarto de los tiempos, las cuerdas graves se intensificaron en los violonchelos y contrabajos. Los fragmentos de contemplación y mística se dieron cita hasta la incursión del sarcástico clarinete. Bruckner tiende a Bach pero hace que nos percatemos de su legado bramhsiano.

Para la siguiente velada, la del 23 de mayor, se contó con la entregada virtuosa, Baiba Skride, durante el Concierto para violín y orquesta número 1 de Dmitri Shostakóvich. El principio de la obra comienza oscuro, con los violonchelos y contrabajos, los fagots son vibrantes y la violinista va construyendo su complejo papel solista. El arpa es de lo más enigmática y el ambiente sombrío parece espectral a lo largo del tiempo. Recordamos el registro de la Filarmónica berlinesa con los mismos solista y director de orquesta. El lirismo del Scherzo nos llevará a una Passacaglia que se une a la Burlesca. Un solemne inicio de corte bachiano para llegar al tempestuoso final.

La Quinta Sinfonía de Piotr Ílich Chaikovski se estructuró de manera correcta en su Andante-Allegro con anima, en un alarde de poesía y energía. El solista de trompa hizo una entrada portentosa en el Andante cantábile,  haciéndome recordar la presencia de Stokowski en la película Carnegie Hall. La cuerda vuelve a ser esencial en el tercer movimiento, Valse, a modo de un paseo en trineo por la estepa. Para rematar, Nelsons y los suyos, fueron yendo hacia una intensidad superlativa en esas progresiones trazadas con sus manos.


Dos veladas para recordar…