viernes, 2 de febrero de 2018

Vladímir Jurowski y la Filarmónica de Londres brillan juntos


Desde principios de marzo de 2017 no escuchábamos a Jurowski y a los suyos. Para esta ocasión (31-1-18), que convocó el Ciclo de Conciertos de Ibermúsica para los melómanos madrileños, los londinenses y su titular desde 2007 prepararon una sesión a medida, encabezada por una pieza de Rimski-Kórsakov, seguida del virtuoso Concierto para piano y orquesta de Grieg y concluida por la magna Sinfonía Patética de Chaikovski.

El poema sinfónico que dio inicio a la velada, estuvo meticulosamente detallado por Jurowski, sabio maestro de la batuta y ruso de nacimiento. El Cuento de hadas de Nikolái Rimski-Kórsakov, posee el misterio y la sorpresa de aquello que encierra su lectura, fiel a la tradición musical de su país, con elementos que evocan a lo misterioso, sin dejar de lado la melodía y el ritmo característicos de su autor. La cuerda queda perfectamente ensamblada y la nocturnidad hace su acto de presencia. Los contrastes quedan bien definidos y la música fluye de manera natural. Momentos estelares tuvieron el concertino Pieter Schoeman, la flautista Juliette Bausor y el clarinetista James Burke.

Recuerdo que una de las versiones que más me han impactado en formato compacto, del Concierto para piano y orquesta de Edward Grieg, es la que tiene a Murray Perahia y a Colin Davis junto a la Orquesta de la Radiodifusión bávara como intérpretes. Para esta tarde se contó con un apasionado y técnicamente impecable pianista, salido de las filas de la Escuela Superior de Música Reina Sofía: Denis Kozhukhin. Su talento viene apoyado por el maestro Bashkírov y el prestigioso sello discográfico PENTATONE, ya cuenta con él, como hizo en su momento con Jurowski.  He de reconocer que el Adagio me parece uno de los movimientos más apasionantes jamás escuchados y que el equilibrio logrado entre solista e intérpretes fue ejemplar. Los movimientos impares demostraron las sobradas capacidades del pianista y lo catapultaron al aplauso grupal de la sala.

Para el final, se iba aproximando una lectura única de la Sexta Sinfonía de Chaikovski, casi al nivel de Temirkanov. Lo poético quedaba desentrañado por Jurowski, que imprime carácter y un temperamento especial a lo largo de los movimientos centrales, para detenerse en el réquiem encriptado del último de los tiempos y que define tanto el estado del compositor como el final de su vida. Desde el inicio, el fagot delimita el punto sombrío que la cuerda desarrolla, Jurowski permanece atento a cada integrante de la agrupación y les sigue de cerca, de una manera estructural y progresiva. Por otra parte, los violonchelos fueron la sección brillante del segundo movimiento, no faltó el énfasis en el tercero de los movimientos de tipo marcial y la melancolía quedó representada a modo de latido final, en el Adagio lamentoso.


Recomiendo encarecidamente la escucha de las Sinfonías de Chaikovski, grabadas por Jurowski y la Filarmónica de Londres, en el Royal Festival Hall de Southbank, con el sello propio de la orquesta: LPO.