Vino el director de origen italiano,
Gianandrea Noseda, con la orquesta de la que es segundo maestro invitado, la
Sinfónica de Londres. El primero de los dos conciertos, ofrecidos en Madrid,
gracias a Ibermúsica, empezó con la Obertura de la ópera Los Maestros Cantores de Núremberg, de Richard Wagner, para seguir
con el poema sinfónico, El Mar, de
Claude Debussy y finalizar, con la Sinfonía
número 5, de Dmitri Shostakóvich. El día posterior, los londinenses comenzaron
con una Obertura de Verdi, en este caso de la ópera Las Vísperas Sicilianas, prosiguió la velada con el Concierto para trompeta y orquesta en mi
bemol mayor, de F.J. Haydn y concluyó con la Sinfonía número 2, de Serguéi Rajmáninov.
El eclecticismo del maestro Noseda, muy
habitual en la escena británica y batuta sabia en Cadaqués, le hace dirigir a
los habituales del repertorio sinfónico sin parpadear demasiado a la hora de
enfrentarse a nuevas partituras y a compositores no del todo conocidos.
La Orquesta Filarmónica de la BBC (ahora
con el español Juanjo Mena al frente), tuvo en Noseda a un director capacitado
pero algo variable en sus conceptos globales, apoyado en las lecciones de los
maestros Valeri Gergiev y Myung-Whun Chung. Pudo revitalizar las figuras de
Casella, Petrassi, Respighi y Castiglioni, que le son muy cercanos. No se
olvidó de dos genios del siglo XX a los que adora, como son Prokófiev y Bartók
y ha dirigido con énfasis a Rajmáninov.
Para la primera de las tardes melómanas,
Noseda se enfrentó a un autor del que no es un usual defensor, como es Wagner.
Recuerdan sus giros a los de Gergiev, en mucho de los ataques, aunque se echa
en falta algo de poesía en el fraseo. Su Debussy, sonó bastante empastado, con
momentos solistas brillantes y su Quinta de Shostakóvich estuvo muy inspirado
por el maestro ruso, de quien fuera alumno aventajado. En el sello discográfico
Chandos, podemos hacernos una idea de su devoción por el autor, del que destaca
siempre su capacidad para lo rítmico, desatando todo un despliegue de medios
instrumentales. Grabó los Conciertos para
violonchelo y orquesta, junto a la Radio Danesa y el solista Enrico Dindo y
las más inhabituales obras sobre Michelangelo, con la Filarmónica de la BBC.
La Sinfónica de Londres ha grabado uno
de sus mejores discos con Noseda. Se trata del Réquiem de Guerra, de Benjamin Britten. Aunque si cabe, lo más
destacable del álbum, sea el elenco vocal, del que destacan: Sabina
Cvilak (soprano), Ian Bostridge (tenor), Simon
Keenlyside (barítono).
Ayudó a destacar el poderío de Verdi tanto en el
monográfico de la creciente Anna Netrebko como del variable Rolando Villazón,
ha dirigido la música sacra del italiano en Turín y nada menos que dos
fabulosas óperas: Aida y Don Carlo. En el último concierto de Madrid, la
obertura de Las Vísperas, sonó arrebatadora.
Haydn no parece ser un plato del gusto de Noseda, pero sí
del solista de trompeta de la Sinfónica de Londres, Philip Cobb, que lo realizó
con soltura, homogeneidad y afinación.
Su Rajmáninov fue lo mejor de la tarde-noche, aunque se
echara de menos la melancolía de un Previn o de un Sanderling. A Noseda lo ruso
le viene de lejos, de sus años en el Mariinski…
Debo destacar la excelente sonoridad de la Orquesta
Sinfónica de Londres, con sede en el Barbican Centre de la City. La prestigiosa
agrupación cuenta con Simon Rattle, como director musical desde la salida de
Valeri Gergiev y con dos maestros invitador de primer orden: el mencionado
Noseda y Daniel Harding.
Resalta la calidez de la madera, el brío de los violines a
manos del ejemplar Carmine Lauri y los violonchelos con el afamado Tim Hough ubicado
en el primer atril. El metal sonó vibrante y apoteósico en las dos sinfonías,
muy equilibrado y riguroso.
Estén muy atentos al programa extraordinario que Ibermúsica tiene preparado para el día 28 de septiembre, a cargo de los estupendos Niños Cantores de Viena, con un variado y suculento concierto que hará las delicias de grandes y pequeños.