El Ciclo de Conciertos de Ibermúsica propuso al veterano y
entregado director de orquesta, Herbert Blomstedt y a la Orquesta Philharmonia
de Londres, para interpretar en dos fechas las bellas partituras de Mozart
(Sinfonía número 39) y Beethoven (Pastoral
y la Sinfonía número 7) y la conocida como Sinfonía Romántica, la Cuarta, de Anton Bruckner.
Herbert Blomstedt pertenece a una generación de maestros de
la batuta que va diluyéndose con el paso del tiempo y que a sus casi noventa
años, sigue haciendo giras por el mundo, defendiendo el gran repertorio
germánico y nórdico. Americano de nacimiento pero sueco de origen, estudió en
Estocolmo y Uppsala, se formó con Ígor Markevich y pasó por diferentes
agrupaciones hasta llegar a la Radio Danesa, de la que actualmente es su
Director Honorífico. Durante diez años se puso al frente de la Staatskapelle de
Dresde (1975-1985), una etapa fructífera que duraría hasta la toma de posesión de
su cargo en la Sinfónica de San Francisco. Ahora sigue apareciendo como
brillante invitado en otra de las ciudades de la antigua RDA, me refiero a la
Gewandhaus de la encantadora Leipzig.
Siempre se ha distanciado de la ópera, aunque su versión de Leonore, que dio paso a Fidelio, de Beethoven, haya sido
insuperable. Su ciclo sinfónico schubertiano y su ideal beethoveniano, son dos
de los ejemplos clave en su etapa en Dresde. En Leipzig ha fomentado la
programación de su querido Anton Bruckner y en San Francisco hizo uno de los
mejores ciclos sobre Nielsen que se puedan encontrar en CD, mejor aún que el
que realizó en Dinamarca. Richard Strauss y Mendelssohn han sido dos de sus
fuertes, con momentos clave, como la celebración que realizó la Gewandhaus en su aniversario como director y con el
apoyo de Thibaudet, para el segundo de los autores, interpretando los
conciertos del autor de El sueño de una
noche de verano.
Uno de los compactos que representan su impronta mozartiana, es el que realizara junto a Edda Moser (su querida Leonora beethoveniana), en un disco que compila sus arias en concierto, magistralmente desarrollado. Una de las versiones de Peer Gynt, de Grieg, es la suya, con la Sinfónica de San Francisco, en una toma con toda su ornamentación argumental.
Herbert Blomstedt posee un cuidado especial para los
matices, suele vérsele dirigir sin usar ni la batuta ni la partitura y marca
con elegancia los compases y las diferentes entradas solista. Conoce su repertorio,
que sin ser extenso, resalta siempre con detalle y precisión.
Su Beethoven es un referente absoluto, con una musicalidad y
una belleza estructural que se palpa. Sacó de los maestros londinenses lo mejor
de sí mismos, recordando a una Staatskapelle.
Lo comedido del tempo quedaba definido con sabiduría para resolverlo con un
ataque o una marcada acentuación. Blomstedt posee un estilo musical definido
por el sentido estético y musical. Recuerda su lectura de la Pastoral a aquella
frase dicha por Bruno Walter, acerca de que para dirigir esta sinfonía uno
tiene que amar la naturaleza. La vida diría yo. Este octogenario, casi
nonagenario, posee una soberbia capacidad memorística, una palpable simpatía y
una entrega total a la música, los intérpretes y el público.
Si la Pastoral podría tratarse como una obra descriptiva, la
Séptima, posee los indicativos suficientes para hacerla una composición
magistralmente reflexiva, perfecta en su conjunto y con unas dosis de
biográfica.
Su visión de la Sinfonía número 39, de Mozart, se realizó
con una filosofía de gran envergadura, definiendo la pieza en un recordatorio
haydniano, con enormes dosis de estructuración y enfatizando la frescura de la
pieza, sin dejar de lado sus silencios como partes de la obra. El director de
orquesta Otmar Suiter, alumno de Clemens Krauss y uno de los genios olvidados
de la DDR, hablaba sobre la sensibilidad que transmite esta pieza y su
maravillosa musicalidad.
Para dirigir a Bruckner uno tiene que tener la capacidad de
entender a Mahler y viceversa. La Cuarta
de sus Sinfonías parece una consecuencia lógica del avance que tienen las
Sinfonías de Brahms y el peso de la fe y la naturaleza del Hombre.
La Philharmonia de Londres, que esta vez no vino regida por
su titular, Esa-Pekka Salonen, se entregó a fondo, con una bella y joven
solista de trompa, unos poderosos trombones y el atento fraseo y la musicalidad
de las maderas y las cuerdas. La reflexión estuvo al servicio de una música que
a veces suena impetuosa, apabullante y vigorosa, pero otras respira paz, armonía
campestre y lucidez. Bruckner parece que toca un maravilloso y grandioso
órgano, en forma de orquesta sinfónica. Esta es la Romántica, la Cuarta
Sinfonía, de un autor que desprende multitud de ideas mientras desarrolla
muchas otras.
Ojalá que Blomstedt visite nuestro país con mayor frecuencia.
Siempre es un placer inenarrable verlo subido al podio de nuestro madrileño
Auditorio Nacional. Por lo pronto, hará su incursión el Festival de los Proms
de la BBC, a finales de agosto de este 2016, junto al pianista húngaro Andras
Schiff, para interpretar a su cuidado Beethoven, con el apoyo de la Gewandhaus
de Leipzig, en un programa que incluirá la Obertura de Leonora (número 2), el Concierto
para piano y orquesta número 5 y la Séptima
Sinfonía.