Ochenta y ochos son pocos años cuando se habla de la edad de
fallecimiento del director de orquesta alemán, Kurt Masur, nacido en Brieg
(Silesia), el 18 de julio de 1927.
Tras pasar los duros años de la Segunda Guerra Mundial,
recibió clases del competente Heinz Bogartz y comenzó a trabajar en los Teatros
de Halle, Erfurt y Leipzig. A mediados de los cincuenta, la Filarmónica de
Dresde (segunda en importancia junto a la Staatskapelle), ubicada en la
Altmarktplatz, cuenta con sus valiosos servicios, posteriormente lo hará el
escenógrafo Walter Felsenstein (alumno de Eisenstein), quien lo invita a la Komische
Oper berlinesa. Ya en los 70, la Gewandhaus de Leipzig lo llama a su podio,
amparado por el Gobierno de la DDR de Honecker que le había mandado construir
una nueva sala de conciertos (Karl-Marx Platz) y, en los noventa, la
Filarmónica de Nueva York le propone un suculento contrato para que reavive el
potencial de su agrupación, recordada por su importante labor en los tiempos de
Leonard Bernstein y que había estado bajo la tutela de Zubin Mehta, en la etapa
justo anterior a su nombramiento. Sus último días, aquejado de la enfermedad de
Parkinson, los pasó creando un sonido propio para la Orquesta Nacional
Francesa.
Pocos directores de orquesta han sabido entender tan bien el
repertorio germano como Kurt Masur, desde Beethoven hasta Mendelssohn y Brahms.
Se le puede acusar de una pizca de rigidez y de algo carente de flexibilidad
pero no de falta conocimiento sobre las partituras de los genios románticos.
Siempre estructural y metódico en los ensayos, Masur supo hacer de su
envergadura directiva un cauce para lograr el entendimiento en la época
comunista anterior a la Caída del Muro, para ceder la Sala de la Gewandhaus al acuerdo
entre el pueblo y el poder. Fue propuesto a presidir la República Alemana tras
el desmoronamiento del Telón de Acero, pero prefirió poner rumbo a América y
suceder a Mehta.
Recuerdo sus visitas a Madrid, principalmente una en la que
fue invitado a venir con la Filarmónica de Londres para interpretar unos Cuadros de una exposición, de Músorgski,
para el recuerdo y se puede escuchar su idea de la partitura en una muy buena
toma del sello Apex.
No puedo dejar de comentar aquí que sus Danzas húngaras, de Brahms, están al nivel de las de Claudio Abbado
o las de István Bogár, así como otras músicas de raigambre popular transcritas
por Liszt y Dvorák. Sus Cuatro últimas canciones, de Richard
Strauss, junto a la soprano Jessye Norman siguen siendo de absoluta referencia.
Mendelssohn parece el compositor más ligado a Masur y
muestra de ello, siguen siendo sus versiones de las Oberturas, Sinfonías, Conciertos y cantatas, del mismo. Todo ello quedó registrado
en Leipzig, a pocos minutos de la Casa-Museo del compositor y con la orquesta
que él mismo fundara.
Por si todo esto fuera poco, para su grabación de la ópera Genoveva, de Schumann, cuenta con un
reparto de lujo, formado por el barítono Dietrich Fischer Dieskau, la soprano
Edda Moser y el tenor Peter Schreier, secundados por el Coro de la Radio de
Berlín y la Gewandhaus de Leipzig.
Shostakóvich fue otro de sus compositores de cabecera, como
su lectura de los Conciertos para violín, realizados en París, junto a Kachatryan
y la Nacional Francesa o varias de sus Sinfonías, registradas durante su odisea
neoyorkina. Las Sinfonías números 1 y 5, las grabó en Londres con su
Filarmónica y la Séptima y número 13, con la Filarmónica de Nueva York, en más
que considerables aproximaciones a las mismas.
Cuando Max Bruch aún parecía un compositor olvidado a
orillas del Rin a su paso por la ciudad de Colonia, Masur supo darle peso y
carácter en su nivel sinfónico y como concertista para violín y orquesta, con
la ayuda inestimable de Salvatore Accardo, el genial Vengerov o la joven oriental Sarah
Chang.
Allá en donde reine la buena música estará, dirigiéndola con
entrega y sabiduría, con gestos a veces vagos pero con indicaciones precisas y
expresiones de afirmación o de reprobación. No dejará de estar al servicio de
la mejor melodía.
Ha ocupado un lugar ejemplar en Dresde, Leipzig, Nueva York,
París y Londres y por ello será recordado.