Siempre es un placer tener la oportunidad de volver a
Londres y, máxime, si se acude al famoso festival de música clásica de los BBC
Proms. Durante la última semana de dicho evento londinense, a las puertas de
Hyde Park y flanqueado por la exuberante escultura del príncipe Alberto, se
dieron cita, este 2015, varios encuentros de suma importancia, como las visitas
dobles de las Filarmóncas de San Petersburgo y de Viena, con Yuri Temirkanov
para la primera y Semyon Bychkov y Simon Rattle, para la segunda. Marin Alsop
sería por segunda vez, la directora encargada de cerrar este ciclo veraniego de
postín.
El imponente Royal Albert Hall acogió cada noche un lleno
absoluto (tiene aforo para más de 8000 personas), con el sonido de los vítores
desde la Arena y con una consigna al inicio de cada concierto, informando de la
asombrosa colecta de fondos para los músicos en apuros, gracias al público
melómano.
Yuri Temirkanov posee unas dotes innatas para la
musicalidad, el fraseo y la poesía. Logra con su manera de dirigir, sin batuta,
unas cotas de plasticidad y de perfección que rozan la dramaturgia. El director pincela cada trazo
orquestal, perfila los diferentes pasajes y los redondea. Logra el maestro Temirkanov
una concentración y respeto por la música, absolutamente proverbiales.
El primero de los conciertos de los filarmónicos de San
Petersburgo, empezó con Chaikovski y Francesca da Rimini, siguió con el Segundo
de los Conciertos para piano y orquesta, de Rajmáninov (gracias a la entrega de
Luganski) y concluyó con el poema magistral de temática orientalizante,
Sherezade, de Rimski-Kórsakov.
Recuerda el metal de la Orquesta Filarmónica de San
Petersburgo al de la antigua agrupación de Leningrado, nos hace rememorar al
escuchado en la época de la URSS, la madera suena cálida y la cuerda estuvo muy
bien equilibrada, en manos del concertino, Lev Klichkov.
Para el siguiente concierto, también con la agrupación
liderada por Temirkanov, se contó con una flamante pero algo comedida a nivel
expresivo, Julia Fischer (virtuosa de la tecla y del arco), para interpretar el
famoso Concierto para violín y orquesta, de Piotr Ilich Chaikovski. Quedó
precedida esta pieza de repertorio por La Leyenda de la Ciudad Invisible de
Kitezh, de Rimski-Kórsakov, que viene a ser como un Preludio introductorio al
Parsifal wagneriano pero en clave rusa.
Julia Fischer ofreció como propina uno de los Caprichos de
Paganini, ante un público atento y muy agradecido.
Muchos de los aficionados habituales a los Proms estaban
impacientes por escuchar, durante la segunda parte, la versión que Temirkanov y
los suyos tenían preparada para los asistentes, de las Variaciones Enigma, de
Elgar. “Resulta curioso y gratificante que un músico ruso aborde esta obra”, me
comentó uno de ellos. El órgano del Royal Albert Hall aportó un mayor ímpetu a
esta especia de autobiografía de Edward Elgar.
Temirkanov destacó la sensibilidad de la obra, llegando con
fuerza al portentoso final, colosalmente interpretado, haciendo honor a la
música del Imperio británico.
La Filarmónica de Viena estaba invitada en dos ocasiones,
una con Bychkov al frente, para interpretar a Johannes Brahms y al tan olvidado
Franz Schmidt. Sabíamos de la capacidad de Bychkov para hacer frente a los
pentagramas sinfónicos del compositor de Hamburgo, a través de sus lecturas en
Colonia, cuando estuvo al frente de la Orquesta Radio de la ciudad (WDR). Aquí
vino con un punto más a su favor, gracias a la refinada cuerda de los austríacos.
Preciosa y cuidada lectura de la Tercera Sinfonía, de Brahms, una de mis favoritas.
La Segunda Sinfonía, de Franz Schmidt, se interpretó tras el
intervalo, siendo la primera vez que se tocaba en los Proms. A Bychkov es un
autor que le pega, que le resulta muy interesante como buen mahleriano que es y
que recuerda en muchas ocasiones también a Bruckner. Los bloques sonoros
resultaron vibrantes en manos de la orquesta y de su director invitado. A veces
recordaba a un británico, del nivel de Elgar o Vaughan Williams.
En este viaje no sólo he podido disfrutar de la Música, sino
también de sus parques (Green, St. James y Hyde, entre otros), de la Casa-museo
de sir John Soane, de la sede de los freemasons,
del número 221b de Baker Street de Shelock Holmes y Watson, de las tiendas de
Oxford, Bond Street y sus alrededores, de la descomunal National Gallery, en
Trafalgar Square, y del lujoso Buckingham Palace, de la preciosa zona de Covent
Garden con su Ópera Real, que nos hace pensar en Audrey Hepburn, de la City y
Strand… El Támesis ofrece un precioso paisaje y uno sucumbe después de mucho
caminar ante la internacional gastronomía que se da cita en Londres…