Durante el Ciclo de
los Viernes temáticos, la Fundación Juan March, ha planificado para los meses
de octubre de 2014 a marzo de 2015, el bloque temático “Música popular y culta:
La huella del folclore”. Para el concierto-presentación del 27 de marzo de 2015,
se contó con el pianista húngaro Jenó Jandó, que pasa por ser uno de los mejores representantes
actuales de la música pianística de Béla Bartók.
La presentación
corrió a cargo del polifacético Rubén Amón y el conjunto de música tradicional
que servía para mostrar las raíces de las músicas rumanas y húngaras, fue
Muzsikás, compuesto por: Mihály Sipos (violín), László Porteleki (violín,
tambura y koboz), Péter Éri (viola, flauta larga y kaval) y Dániel Hamar (contrabajo,
gardon y caja).
Jandó siente la
música de Bartók con una sensibilidad y dedicación especiales. El
compositor húngaro fue uno de los más destacados del Conservatorio Liszt, de
Budapest, junto a Donhányi, Weiner y Kodály. El propio Jandó forma parte del
magno elenco de profesores de tan imponente lugar. Ha llegado a grabar cada
aproximación de Bartók a la música popular, ya fuera de raíz eslovaca, rumana o
húngara. También se ha acercado al piano didáctico creado por el autor de El príncipe de madera y su complejo Microkosmos. Junto a András Ligeti y la
Sinfónica de Budapest, grabaron el ciclo de Conciertos
para piano y orquesta y con el violinista György Pauk hicieron lo propio,
con las Sonatas números uno y dos.
Muchos compositores
han utilizado las raigambres populares para adaptarlas a su modo de entender la
música. Refiriéndonos a los pueblos de los Cárpatos, podríamos destacar las
aportaciones de Enescu y sus Rapsodias
rumanas, Ligeti con su Concierto
rumano y Béla Bartók con sus Danzas
rumanas. Liszt y Brahms se basaron en el colorido instrumental húngaro para
componer sus famosas Rapsodias y Danzas, para tiempo después hacerlo
Kodály y Bartók, con sus ciclos de Canciones populares húngaras.
Bartók fue un viajero
inagotable, capaz de llegar hasta el continente africano y visitar los terrenos
donde lo eslavo era el denominador común. El compositor fue un defensor de
los derechos humanos y estuvo próximo a ideales de política izquierdista. Tuvo
que sufrir el ascenso de Horthy, en Hungría y soportar el desconocimiento de su
música durante la era estalinista. Nunca se sintió del todo cómodo en Estados
Unidos, pero pudo investigar parte de las tradiciones culturales de los pueblos
croata y serbio, gracias a los fondos de la Universidad de Columbia.
El genial Bartók no
tenía fronteras culturales: lo mismo se aproximaba al pueblo eslovaco, que al
búlgaro, al argelino o al moldavo. Fue un ciudadano de mundo que vivió de
manera cosmopolita y próxima a las raíces culturales.
Para aproximarse al
piano de Bartók, lo mejor será hacerse con los registros que Jandó grabó para
el sello NAXOS, también Zoltán Kocsis tiene en Philips y en Hungaroton
buenas referencias discográficas, tanto como pianista como director de la
Orquesta Filarmónica Nacional Húngara. Para el Bartók orquestal, debo destacar
algunos de sus representantes: George Solti y la Sinfónica de Chicago (DECCA),
Iván Fischer y la Orquesta del Festival de Budapest (Philips) y, mención
especial merece la desconocida Danubia
Orchestra Óbuda, de Domonkos Héja