Durante el 80 Aniversario del compositor turolense, Antón
García Abril, se están sucediendo tanto este 2015, como el año pasado, diversos
conciertos que homenajean la figura universal del prolífico autor español.
He asistido a dos eventos especialmente significativos. El
primero de los cuales, tuvo a la Orquesta Filarmónica Checa como protagonista,
junto a su titular desde 2012, Jirí Belohlávek. En dicho evento, el genial
violonchelista nórdico Truls Mork interpretó una de las más sublimes lecturas
del Concierto que Antonín Dvorák
escribió para dicho instrumento, escuchamos la cálida madera bohemia y nos
sumergimos en el mundo del Caballero de
la Rosa, de Richard Strauss.
Una de las composiciones realmente geniales de Antón García
Abril captó la atención de los checos, ya que el propio titular de la orquesta
fue alumno del director de orquesta rumano, Sergiu Celibidache: me refiero a Celibidachiana. El maestro Belohlávek
estudió violonchelo y fue asistente del mencionado maestro durante su periodo
en Suecia, al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio, durante un par de
años.
La amistad unió a dos mentes privilegiadas como son la de
Celibidache y García-Abril. Belohlávek comentó al periódico El País: “Como
alumno del Maestro Celibidache, estaba muy emocionado de que existiera una obra
en memoria del que me enseñó lo que hoy soy. El profesor Antón García Abril
–una de las figuras musicales más importantes de España- escribió una obra en
forma de fantasía para una extensa orquesta, una pieza llena de una intensa
expresión y con unos patrones orquestales genuinos. Mi intención con Celibidachiana es rendir tributo a ambos”. Estamos
ante una pieza con mucho carácter, escrita a modo de elegía pero con elementos
del concierto tradicional, parece describirnos el temperamento del homenajeado,
con un gran despliegue de medios orquestales, jugando con la tonalidad, el
ritmo y la melodía. En algunos momentos podría sugerirnos guiños a los Béla
Bartók.
Pablo González propuso un
interesante programa para el Ciclo de Conciertos de la Orquesta Nacional de
España que empezaba con tres escenas del ballet La Guitanilla, de Antón
García-Abril, seguía con el Concierto
para flauta y arpa, de Wolfgang Amadeus Mozart y finalizaba con El Pájaro de Fuego, en su versión
completa de 1910, de Ígor Stravinski.
Desde el inicio de la pieza
para ballet de Antón García-Abril, podríamos pensar que estábamos escuchando
una de las composiciones de Áram Jachaturián o de Alberto Ginastera, salpicada
por el color nacional de Manuel de Falla. La cuerda comienza homogénea en la
Danza de los dos caminos, para aparecer impetuosa la percusión y seguirle el
metal. Se hace uso del pizzicato y el piano actúa a modo de continuo, el
xilófono aporta un toque cómico, todo ello en un movimiento perpetuo. Las
maderas aportan ese toque cercano y alegre, danzante. El timbre, la melodía y
la armonía son claves en los dos tiempos posteriores: Adagio gitano y
Ceremonial del trigo.
García Abril ha puesto música
a muchas de las mejores películas de Mario Camus, Pilar Miró y Pedro Lazaga.
La visión del Concierto de Mozart me pareció algo
lineal, técnicamente muy bien interpretado por la flautista Magali Mosnier y el
arpista Xavier de Maistre. Interpretar el Pájaro
de Fuego íntegramente llevaba a mostrar las luces y sombras de la obra, en
una más que correcta versión de Pablo González.