Purcell y Haendel fueron los elegidos para el concierto de Christophe Rousset y Les Talens Lyriques. Para la tarde del 28 de mayo, Juventudes Musicales de Madrid invitó también a la mezzosoprano sueca Ann Hallenberg, protagonista de la haendeliana ópera Ezio, junto a Alan Curtis e Il Complesso Barocco.
El saber hacer las cosas y la suavidad francesas iniciaron la primera parte, la dedicada a Henry Purcell. The Fairy Queen demostró el nivel dramático de Hallenberg, en el dulcísimo rol de Endecha. El rigor de la agrupación historicista se hizo notar sin excesivas florituras, primordialmente al principio de The Indian Queen. La vena escénica de la sueca arropó Dido and Aeneas, que brindó momentos magistrales por parte de Rousset y los suyos en la Danza de los marineros, mediante un juego de intensidades y velocidades.
La segunda parte, estuvo dedicada a Haendel y a esa especie de ópera nacional británica que son sus oratorios. Belshazzar mantuvo un trepidante pulso en la Sinfonía que antecede al Tercer Acto y conmovió con el aria de Nitocris, de especial recogimiento. Solomon, interpretado hace no mucho por Andreas Spering, tuvo algún que otro fallito en el oboe de Gilles Vanssons. La Reina de Saba estuvo plena, en cada uno de los registros.
Ahora, no olviden hacerse con el Ezio.
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