lunes, 7 de junio de 2010

Cuatro maneras de decir adiós


Con estas palabras definía el director de orquesta Leonard Bernstein la "Novena Sinfonía", de Gustav Mahler. Cuánta sabiduría encierran, ya que el músico norteamericano supo imprimir en su propia revisión de la partitura, así como en sus lecturas junto a la Filarmónica vienesa y la de Berlín, un potencial realmente auténtico. Este testamento que supone la número nueve, le llevó a afirmar al titular de la Filarmónica neoyorquina que "el siglo XX era el siglo de la muerte y que Mahler era su profeta musical".

La Orquesta Nacional de España tenía previsto un final de temporada a lo grande, con motivo del Aniversario Mahler. Bruno Walter la estrenó en la Viena de principios del siglo pasado (1912), al año de la muerte de su compositor. Durante algo menos de dos horas se perfila un compendio de gamas dinámicas, intensidades y cromatismos. "La prosa instrumental está construida, lo que conduce a los instrumentos a hablar" (Dieter Schnebel). La tonalidad es mayor, a excepción del Rondo-Burleske, y para Alban Berg: "Una vez más he leído la partitura de la Novena de Mahler; el primer movimiento es lo más extraordinario que ha escrito . Veo en él la expresión de un amor excepcional por esta tierra, el deseo de vivir en paz, de gozar plenamente de los recursos de la naturaleza antes de ser sorprendido por la muerte. Porque esta última se aproxima, irresistiblemente. Todo el movimiento está impregnado por los signos precursores de la muerte. Esta está en todos los sitios, es el punto culminante de todo sueño terrestre... Sobre todo en el pasaje terrorífico en el que este presentimiento se convierte en certidumbre: en plena alegría de vivir, casi dolorosa alegría además, la muerte en persona se anuncia con todas sus fuerzas desplegadas".

La marcha fúnebre abre a modo de Andante commodo y Pons se enfrentaba al reto de volver a interpretar a Gustav Mahler. Las trompas iniciales sonaron desajustadas, pero no ensombrecieron un desarrollo que les haría brillar (principalmente a su solista). El murmullo de la cuerda hacía detallado acto de presencia, en momentos de una maestría casi imperceptible. Los clarinetes elevados añaden siempre ese aspecto teatral y mágico, aquí demostraron su nivel. Cada aspecto parece una pequeña ficha de un puzzle complejo: las fanfarrias de las trompetas, la entrada de las campanas tubulares, los pizzicatos de las violas, el momento en el brillante flautista se ensambla con la trompa, los momentos de transición a cargo de las dos arpistas, el concertino repitiendo la melodía inicial... Terminaba el primero de los adioses.

En el segundo de los tiempos un Ländler moderato da paso a uno lento y cierra de manera sombría. Sin la elegancia de un Strauss, parece una especie de baile de la muerte, mezclando lo sensual con lo diabólico. Los chelos iban demostrando su capacidad de unión y sincronía en todo momento. El último compás dio lugar al sonido rasgado de la viola, en una melodía reiterada (magníficamente por el fagot) y como quebrada, que sonó rotunda en manos de su solista. Lo que empezaba vigorosamente arriba, concluía dramáticamente abajo. ¿Una visión fatalista del final de una vida?

El Rondo-Burleske marcado como "muy decidido" denota un maestro uso del contrapunto. Aquí, los instrumentos de viento son los verdaderos protagonistas. Pons se acelera, siente que la música de Mahler le pertenece y resuelve con soltura las complejidades . Su adiós no se hace amargo en esta parte, como en el primer movimiento, usando elementos de marcha en el proceso que no admite ninguna parada.

Y el último de los movimientos posee una intensidad única. El compositor parece aceptar el hecho de su propia muerte, con una tranquilidad fuera de lo común. Por momentos se torna intenso, otros apasionado, aflora la belleza y concluye con una exquisita ternura. Pensamos en Bruckner momentáneamente. Tras el cuádruple piano, muere difuminándose el sonido.

Pons supo mantener el pulso de la orquesta, con momentos solistas (repito) de verdadero aplauso y bravo. Las secciones conjuntas estuvieron equilibradas, salvo algún fraseo de los violines. La Novena finaliza un ciclo musical, para dar paso a una cinematográfica próxima temporada. En palabras de Solti: "La Novena es estructuralmente una pieza asombrosa que vuelve a la relativa sencillez de las primeras sinfonías, pero resulta excepcionalmente difícil y requiere de una orquesta virtuosa".
Versiones: las clásicas de Walter (la del 39 con la Filarmónica de Viena y la de los sesenta con la de Columbia), la de Neumann con la Gewandhaus de Leipzig o, las modernas de Abbado y Rattle (con la Filarmónica de Berlín), Barenboim (Staatskapelle de Berlín) o Levine con la Filarmónica de Munich. En DVD, Bernstein, con la Filarmónica vienesa.
(La foto está tomada en Toblach, con su pequeña Anna).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Sr:
Me resulta increíble leer muchas de sus anotaciones al respecto del concierto de cierre de temporada de la Orquesta Nacional de España.
¿Hemos estado usted y yo en el mismo concierto? ¿Para cuando vamos a empezar a leer y a escuchar la verdad acerca de la "calidad" artística de la ONE?
El Señor Pons es uno de los directores más mediocres que han pisado ese estrado en toda la historia de la Orquesta Nacional y creo que estoy siendo benévola con mi afirmación. Estuve en el concierto del viernes y todo parecido a Mahler fue mera coincidencia. La orquesta, bajo la batuta del Sr. Pons sonó desajustada, sin rigor musical, lo de la sección de violines es para darles de comer a parte, desde el lugar en el que me encontraba podía escuchar perfectamente por separado a muchos de ellos... las trompas, sin comentarios, peor imposible, la sección de violonchelos, un despropósito, no se puede tocar peor, y me consta que han tenido la oportunidad de coger a buenos músicos en últimas pruebas y no lo han hecho, en favor de otros con su enchufe correspondiente. Todo el mundo sabemos que la calidad artística no es lo más importante, ni mucho menos, para conseguir un puesto en la Orquesta Nacional... además, muchos solistas, cuando llegan a las oposiciones buenos músicos, ven peligrar su propio puesto, por lo que prefieren aprobar a alumnit@s que les bailan el agua, antes de a buenos profesionales que les pueden hacer sombra...
podría seguir hablando sección, por sección, pero de lo obvio es muy cansino hablar...

El Sr.Pons a llenado la ONE de chavalitos sin experiencia, y además me consta que se ha permitido a su llegada echar a algunos profesionales que habían mostrado sobradamente su valía (soy abonada de la ONE) y relegar a otros de sus puestos, con el único criterio (todo el mundo sabe que el pobre hombre no da para más) de sus adláteres, consejeros y demás personajillos que se le han pegado como lapas para conservar sus puestos o, como en el caso de los ya consabidos Inspector y Dtor. Técnico, para promocionarse a donde jamás lo hubieran logrado con su ínfima calidad musical, por no hablar de la humana.
Y en medio de este desaguisado, una sinfonía de Mahler al nivel más propio de una orquesta de estudiantes de una universidad americana que de un orquesta compuesta por músicos cuyos salarios pagamos todos y cada uno de los españoles con nuestros impuestos.
¿Cuando vamos a empezar a decir las verdades y a contar la realidad sobre el nivel músical español?

Jaime Arroyo Moya dijo...

Me gusta encontrar opiniones que no se acercan a la mía. Como cualquier arte, las opiniones que se esgriman sobre él son completamente subjetivas. La Orquesta Nacional está en una de sus mejores fases, a mi entender (nuevas plazas, giras, invitados, integrantes, batutas). Pons puede ser criticado en muchos sentidos (yo lo hago cuando lo considero y lo puede confirmar en mi blog), pero ha logrado una estupenda gestión. Espero poder contrastar opiones con usted, siempre desde el respeto. Xavier Mosalvatge decía que la mejor crítica es la que ayuda a mejorar y no a destruir. Espero que la nueva temporada de la ONE le satisfaga más que la anterior y le aconsejo que escuche a la orquesta que nos representa desde el primer anfiteatro del Auditorio Nacional

Anónimo dijo...

Estimado Sr,
Agradezco su respuesta a mi comentario y, siempre desde el respeto , humildemente me gustaría hacerle una pequeña puntualización.
Ha dado usted en el clavo: la subjetividad del arte.
Ahora bien, si nos referimos a términos de gestión, ya podemos ser un poco más objtivos, ¿no cree?
Le recomiendo que consulte en el INAEM el balance de gastos de la ONE desde la llegada del Sr.Pons, las cifras de ventas de abonos y localidades (han tenido que dividir los ciclos para incentivar la venta), la creación de nuevos cargos y sus costes, el sueldo del Sr. Pons con sus extras y caprichos (giras de las que luego ocultan las críticas, étc)
Creo que entonces su apreciación de "estupenda gestión" puede variar un poco en sus apelativos.
Si a eso le une las múltiples demandas que el Sr. Pons ha acumulado por parte de sus músicos, algunas de ellas por la vía penal, las cosas cobran tintes de melodrama. ¿Sabe usted que varios profesores de la orquesta fueron despedidos y una vez ganados los juicios a favor de los mismos, el Ministerio ha tenido que indemnizarles con cifras millonarias? ¿sabe usted que el artífice de esos despidos fue el Sr.Pons, como parte de sus decisiones artísticas? ¿Sabe usted que algunos músicos le han interpuesto querellas que ya han sido admitidas a trámite? ¿Cree que todo lo que le cuento forma parte de los resultados de una buena gestión?
Los hechos y las cifras hablan por sí solos.
Y en cuanto a su sugerencia sobre la butaca de mi abono le diré que, pese a mis intentos de cambio, aún no he logrado cambiar de lugar.
Eso sí, le diré, que tengo la suerte de acudir semanalmente al Auditorio Nacional a escuchar muchos conciertos de orquestas diversas (mi condición de jubilada me lo permite) y me he sentado a lo largo de todos estos años en todas y cada una de las localizaciones de la sala, por lo que tengo perfecta idea de como suenan las orquestas me siente en donde me siente.
Y para terminar, si me lo permite, y siempre desde el respeto, le haría una pequeña reflexión. Como amante de la música y del arte en todas las facetas, como española y defensora de nuestra música y de nuestros músicos, como fan y abonada de la Orquesta Nacional desde tiempos del Real, por favor, llamen a las cosas por su nombre. Pese a los esfuerzos de muchos de los músicos de la ONE, ver dirigir al Sr. Pons es puro objeto de burla tanto en la sala como en los corrilos de los descansos de muchos de los aficionados que cada semana acuden al Auditorio.
La Orquesta Nacional de España se merece un director titular FORMADO, ARTISTA, MÚSICO, CON RITMO, CON MUSICALIDAD, CON TÉCNICA DE DIRECCIÓN, que en definitiva nos evoque respeto, tan to a los músicos como al auditorio.
Gracias por darme la oportunidad de expresarme.
Un saludo