jueves, 16 de noviembre de 2017

Aires bohemios: Jakub Hrůša y la Sinfónica de Bamberg en Madrid


Jakub Hrůša, visitó Madrid recientemente, de la mano de la Orquesta Nacional de España, para el “Carpenter Show”. Ahora lo hizo, apoyado por el Ciclo Ibermúsica, el pasado día 11 de noviembre, en calidad de director titular de la Orquesta Sinfónica de Bamberg. Es, además, director invitado permanente de la Filarmónica Checa como también lo es de la Tokyo Metropolitan Symphony Orchestra (TMSO). De hecho, con motivo del agravado estado de salud de Jiří Bělohlávek y posterior defunción, lo sustituyó al frente de los Filarmónicos checos, durante el Festival Enescu, de Bucarest, demostrando su enorme calidad y dominio de la batuta.

La bonita ciudad bávara de Bamberg, a orillas del Regnitz, posee una orquesta que puso a punto el británico Jonathan Nott, como han dado cuenta los conciertos de La Filarmónica y algunas grabaciones para el sello discográfico Tudor, con el que Hrůša mantiene el contrato. Es una agrupación alemana de tradición bohemia, con lo que la mezcla de estilos queda patente.

Hace dos años grabó Hrůša el ciclo de Mi Patria de Bedřich Smetana, junto a su Sinfónica de Bamberg, desde la Konzerthalle, demostrando su refinamiento y gusto por el detalle, cosa que prevaleció en su interpretación para la primera de las piezas del concierto madrileño, de la mano de Ibermúsica. En esta ocasión, únicamente pudimos disfrutar del Moldava (Vltava), conducido sin partitura, las dos flautistas supieron compenetrarse en ese impetuoso fluir del río praguense, la cuerda sonó ligera y el metal forte, las maderas estuvieron espléndidas y el solo de clarinete imperó haciendo su agradable entrada.



El Concierto para violín y orquesta de Jean Sibelius requiere de un solita de enorme dominio técnico, para lo que se contó con la premiada instrumentista rusa, Viktoria Mullova. Con un sonido árido en algunos pasajes, al modo de Gidon Kremer, no podía dejar de recordar su doble Primer galardón durante el Concurso Sibelius en los años 80, interpretando esta composición o su versión junto a Seiji Ozawa y la Sinfónica de Boston. Su medida del tiempo ha cambiado pero no su destreza y su idea del staccato. La orquesta y ella se compenetraron perfectamente, en una versión reflexiva y sosegada, acompañada siempre por un Stradivarius o un Guadagni.



Recordando uno de los temas de su CD, Stradivarius in Rio, Mullova agradeció al público su entrega y ovación con uno de los temas de inspiración brasileña.


La Novena Sinfonía, del Nuevo Mundo, de Antonín Dvorák, pasará a la historia de la Música como una de las más interpretadas y grabadas. Nuevamente sin partitura y haciendo gala de su otro compositor patrio, se encaramó al podio el maestro checo. Los violonchelos quedaban suspendidos en perfecta armonía frente al ataque de las trompas y el sonido de la flauta resultaba aterciopelado. El tema interpretado en el segundo movimiento por el corno inglés y el oboe quedó redondeado y pareciera como si el tiempo se hubiera suspendido.  Los dos últimos movimientos destacaron por su colorido, ritmo y melodía.