Jakub Hrůša, visitó Madrid
recientemente, de la mano de la Orquesta Nacional de España, para el “Carpenter
Show”. Ahora lo hizo, apoyado por el Ciclo Ibermúsica, el pasado día 11 de noviembre,
en calidad de director titular de la Orquesta Sinfónica de Bamberg. Es, además,
director invitado permanente de la Filarmónica Checa como también lo es de la
Tokyo Metropolitan Symphony Orchestra (TMSO). De hecho, con motivo del agravado
estado de salud de Jiří
Bělohlávek y posterior defunción, lo sustituyó al frente de los Filarmónicos
checos, durante el Festival Enescu, de Bucarest, demostrando su enorme calidad
y dominio de la batuta.
La bonita
ciudad bávara de Bamberg, a orillas del Regnitz, posee una orquesta que puso a
punto el británico Jonathan Nott, como han dado cuenta los conciertos de La
Filarmónica y algunas grabaciones para el sello discográfico Tudor, con el que Hrůša mantiene el contrato. Es una
agrupación alemana de tradición bohemia, con lo que la mezcla de estilos queda
patente.
Hace dos años grabó Hrůša el ciclo de Mi Patria de Bedřich Smetana, junto a su
Sinfónica de Bamberg, desde la Konzerthalle, demostrando su refinamiento y
gusto por el detalle, cosa que prevaleció en su interpretación para la primera
de las piezas del concierto madrileño, de la mano de Ibermúsica. En esta
ocasión, únicamente pudimos disfrutar del Moldava
(Vltava), conducido sin partitura, las dos flautistas supieron compenetrarse en
ese impetuoso fluir del río praguense, la cuerda sonó ligera y el metal forte, las maderas estuvieron
espléndidas y el solo de clarinete imperó haciendo su agradable entrada.
El Concierto para violín y orquesta de Jean
Sibelius requiere de un solita de enorme dominio técnico, para lo que se contó
con la premiada instrumentista rusa, Viktoria Mullova. Con un sonido árido
en algunos pasajes, al modo de Gidon Kremer, no podía dejar de recordar su
doble Primer galardón durante el Concurso Sibelius en los años 80,
interpretando esta composición o su versión junto a Seiji Ozawa y la Sinfónica
de Boston. Su medida del tiempo ha cambiado pero no su destreza y su idea del staccato. La orquesta y ella se
compenetraron perfectamente, en una versión reflexiva y sosegada, acompañada
siempre por un Stradivarius o un Guadagni.
Recordando uno
de los temas de su CD, Stradivarius in Rio, Mullova agradeció al público su
entrega y ovación con uno de los temas de inspiración brasileña.
La Novena Sinfonía, del Nuevo Mundo, de
Antonín Dvorák, pasará a la historia de la Música como una de las más
interpretadas y grabadas. Nuevamente sin partitura y haciendo gala de su otro
compositor patrio, se encaramó al podio el maestro checo. Los violonchelos
quedaban suspendidos en perfecta armonía frente al ataque de las trompas y el
sonido de la flauta resultaba aterciopelado. El tema interpretado en el segundo
movimiento por el corno inglés y el oboe quedó redondeado y pareciera como si
el tiempo se hubiera suspendido. Los dos
últimos movimientos destacaron por su colorido, ritmo y melodía.