Desde principios de marzo de 2017 no
escuchábamos a Jurowski y a los suyos. Para esta ocasión (31-1-18), que convocó el Ciclo de
Conciertos de Ibermúsica para los melómanos madrileños, los londinenses y su
titular desde 2007 prepararon una sesión a medida, encabezada por una pieza de
Rimski-Kórsakov, seguida del virtuoso Concierto
para piano y orquesta de Grieg y concluida por la magna Sinfonía Patética de Chaikovski.
El poema sinfónico que dio inicio a
la velada, estuvo meticulosamente detallado por Jurowski, sabio maestro de la
batuta y ruso de nacimiento. El Cuento de hadas
de Nikolái Rimski-Kórsakov, posee el misterio y la sorpresa de aquello que
encierra su lectura, fiel a la tradición musical de su país, con elementos que
evocan a lo misterioso, sin dejar de lado la melodía y el ritmo característicos
de su autor. La cuerda queda perfectamente ensamblada y la nocturnidad hace su
acto de presencia. Los contrastes quedan bien definidos y la música fluye de
manera natural. Momentos estelares tuvieron el concertino Pieter Schoeman, la
flautista Juliette Bausor y el clarinetista James Burke.
Recuerdo que una de las versiones que
más me han impactado en formato compacto, del Concierto para piano y orquesta de Edward Grieg, es la que tiene a Murray Perahia y a
Colin Davis junto a la Orquesta de la Radiodifusión bávara como intérpretes.
Para esta tarde se contó con un apasionado y técnicamente impecable pianista,
salido de las filas de la Escuela Superior de Música Reina Sofía: Denis
Kozhukhin. Su talento viene apoyado por el maestro Bashkírov y el prestigioso
sello discográfico PENTATONE, ya cuenta con él, como hizo en su momento con
Jurowski. He de reconocer que el Adagio
me parece uno de los movimientos más apasionantes jamás escuchados y que el
equilibrio logrado entre solista e intérpretes fue ejemplar. Los movimientos
impares demostraron las sobradas capacidades del pianista y lo catapultaron al
aplauso grupal de la sala.
Para el final, se iba aproximando una
lectura única de la Sexta Sinfonía de
Chaikovski, casi al nivel de Temirkanov. Lo poético quedaba desentrañado por Jurowski, que
imprime carácter y un temperamento especial a lo largo de los movimientos
centrales, para detenerse en el réquiem encriptado del último de los tiempos y
que define tanto el estado del compositor como el final de su vida. Desde el
inicio, el fagot delimita el punto sombrío que la cuerda desarrolla, Jurowski
permanece atento a cada integrante de la agrupación y les sigue de cerca, de una
manera estructural y progresiva. Por otra parte, los violonchelos fueron la
sección brillante del segundo movimiento, no faltó el énfasis en el tercero de
los movimientos de tipo marcial y la melancolía quedó representada a modo de
latido final, en el Adagio lamentoso.
Recomiendo encarecidamente la escucha
de las Sinfonías de Chaikovski,
grabadas por Jurowski y la Filarmónica de Londres, en el Royal Festival Hall de
Southbank, con el sello propio de la orquesta: LPO.