El viernes, 15 de diciembre, visitaron nuestro Auditorio Nacional de Música madrileño la Orquesta de Cadaqués y el Coro Amici Musicae, junto a la joven pianista Beatrice Rana y el director Gianandrea Noseda. El programa parecía hecho a la medida de uno de los impulsores y director principal de la agrupación, el desaparecido y recordado Neville Marriner. En la primera parte se interpretó el poco habitual Noveno Concierto para piano y orquesta mozartiano y la segunda parte de la velada lo ocupó íntegramente el inconcluso Réquiem de Mozart, finalizado por el experto compositor Franz Xaver Süssmayr.
La Orquesta
de Cadaqués estuvo invitada por Ibermúsica, quien ya lo venía haciendo desde el
94, poco después de la fundación de la misma (1988), con músicos nacionales e
internacionales. Desde el inicio del proyecto, Marriner, Rozhdestvenski y
Entremont se subirían a su podio, para después hacerlo el galardonado
Gianandrea Noseda (1998) y el excelente flautista y director orquestal Jaime
Martín (2011).
Este
programa netamente mozartiano empezó con la carismática y jovial Beatrice Rana,
una pianista que emerge en un panorama musical deseoso de nuevas figuras. Para
ella, Bach es el todo y recuerda, en su entrevista en el diario El País, la importancia que para ella
tuvo la escucha de las Variaciones
Goldberg, interpretadas por Glenn Gould al piano, en 1955. Comenta que la
música de Mozart la trabaja menos pero sí ha tocado este Concierto para piano y orquesta número 9 de Mozart y le resulta
“muy especial por su espíritu innovador y hasta operístico”. La obra fue
encargada por la virtuosa francesa Victoire Jeramy, hija del bailarín
Jean-George Novarre y amigo de Wolfgang Amadeus.
Desde el
comienzo, la pieza suena revolucionaria en manos de Beatrice Rana, en la que
Mozart destaca el uso del piano desde el inicio, recordándonos mucho a su
maestro Haydn. Todo fluye en manos de la orquesta y se compenetra de manera
natural con la solista, resultando endiablado por momentos en su Allegro. El
segundo de los movimientos, Andantino, representa un movimiento reflexivo y cumbre
(escrito en modo menor) para dar lugar a un Rondó precipitado y casi imposible
de llevarse a cabo, dado lo vertiginoso del mismo. Mozart transmite su pasión
por la vida.
Para
complementar estas líneas, escucho de nuevo una de mis versiones favoritas,
grabada en el Festival de Salzburgo, el 6 de agosto de 1958, con la Orquesta
Concertgebouw de Ámsterdam, el director musical George Szell y el pianista
Rudolf Firkusný (SONY).
Una de las lecturas
que del Réquiem mozartiano existen
como referentes absolutos fue la realizada para el sello DECCA, por Neville
Marriner y su amada Academy y Coro (con László Heltay) de St Martin in the
fields. Para los solistas vocales se contó con la soprano Ileana Cotrubas, la
contralto Helen Watts, el tenor Robert Tear y el bajo John Shirley-Quirk.
Haciendo acto de presencia el difunto y querido Marriner, Noseda supo tratar
los tiempos y las dinámicas de su visión del Réquiem, con un homogéneo reparto
vocal, capitaneado por las voces femeninas de Christina Poulitsi y Katarina
Bradic y secundadas por las intervenciones masculinas de Steve Davislim y Tommi
Hakala. El Coro Amici Musicae de Zaragoza creado en 1989 en la Escuela
Municipal de Música, supo imprimir carácter y estilo.