jueves, 25 de febrero de 2010

Ibermúsica celebra con Simon Rattle su cumpleaños



El concierto que todos los melómanos estábamos esperando tenía en Simon Rattle y a la Filarmónica de Berlín a sus protagonistas. El joven que llevó a la orquesta de la industrial ciudad de Birmingham hasta cotas insospechadas, repetirá titularidad en la agrupación cercana al Sony Center de Helmut Hahn y a la Potsdamer Platz, hasta el 2018.
La madurez directiva alcanzada se hizo notar.

Aquí, en Madrid, el programa consistía en la obertura de Los maestros cantores de Nürnberg, de Richard Wagner, la Sinfonía de cámara nº1, de Arnold Schönberg, y la Segunda Sinfonía, de Johannes Brahms. Ibermúsica conmemoraba así, a lo grande, sus cuarenta años de dedicación a la música. Las mejores agrupaciones internacionales han tenido en Alfonso Aijón y los suyos a sus anfitriones de lujo, a través de su tesón y conocimiento.

Un dinámico amante del ritmo como Rattle, hizo notar su impecable manera de dirigir. Sonriente en todo momento, todo su cuerpo pareciera erigirse cual batuta. Momentáneamente sujetaba su batuta para dar detalle a ciertos planos sonoros con las manos, en un pormenorizado lenguaje gestual. Elegante en todo momento, dejó fluir ese caudal de sonido titánico cual torrente de notas de la Filarmónica de Berlín. Algunos críticos comentan que el conjunto es la hermana "ruda" de la delicada Filarmónica vienesa del Musikverein.

La obertura de Die Meistersinger von Nürnberg, comedia musical en tres actos, daba inicio triunfal con muestras del genial dominio del contrapunto de Richard Wagner. La bella línea melódica quedó definida por los uniformes trazos de la cuerda, sumada a una incisiva madera y a unos vibrantes metales.
Tras componer Tannhäuser, durante las vacaciones en la bohemia Marienbad (1845), se dispuso a escribir los Maestros cantores. "Lo mismo que en Atenas seguía a la tragedia una pieza satírica, se me apareció en este viaje de descanso la imagen de una pieza cómica, que como una pieza satírica llena de relaciones podría enlazar con mi obra El torneo poético de Wartburg. Esta sería Die Meistersinger, con Hans Sachs a la cabeza", dijo el propio autor.

Arnold Schönberg sorprendió por su melodía en la Sinfonía camerística nº1. Supo condensar su Pelleas und Melisande en una composición joven y de marcado carácter, centrándose en un único movimiento, en la que predomina la cuerda (engrosada por Rattle) con quince instrumentos solistas. La estructura sigue los patrones clásicos de cuatro movimientos, aunque posee momentos desconcertantes. La melodía parece indeterminada, subyace la armonía y queda sostenida por el vivo y complejo contrapunto. Es una de las piezas positivas de Schönberg, qué duda cabe

Simon Rattle acaba de grabar para su sello, EMI, el ciclo de sinfonías brahmsianas. Aprovechando el tirón comercial, del que antaño fuera reacio, interpretó la Segunda.
A orillas del lago Wörth compuso Johannes Brahms esta sinfonía, de marcada influencia beethoveniana (a la Sexta, principalmente). Parece como si hubiese sido concebida una segunda Pastoral. Lo compacto de la composición quedó destacado por el sonido de la Filarmónica berlinesa que, como si de un roble centenario se tratara, movía sus experimentadas ramas elaborando rotundas notas musicales. Cuando a su amigo Schubring le dijo que se trataba de "una obrita inocente y alegre" dejaba entrever esa habitual pseudoautonegación de la que el autor era representante.


Cuánta razón tenía el compositor Berthold Goldschmidt, que había trabajado con Klemperer, Furtwängler y Szell, al asegurar que Rattle era el director probablemente más grande que había visto nunca.

domingo, 21 de febrero de 2010

El retorno de Frühbeck


Vuelve el director emérito de la Orquesta Nacional de España, con un programa que le es muy afín: la Misa en do mayor, de Ludwig van Beethoven, y la Quinta sinfonía, de Piotr Ilich Chaikovski.


Contento de reencontrarse con antiguos músicos y conocer a nuevos profesores, hizo mención a los "jóvenes talentosos". "Encuentro a la orquesta en plena forma", aseguraba. En Dresde desempeña los puestos de director titular y artístico, desde 2004. "La sala de conciertos (construida durante la RDA) no vale mucho la pena pero, paradójicamente, da muy buenos resultados en los registros discográficos". Acaba de grabar con su agrupación, para el sello Genuin, el ciclo sinfónico brahmsiano, del que se siente más que satisfecho. En Madrid le escuchamos y dimos fe de ello, como quedó reflejado en el artículo "De Burgos al este de Alemania". Pronto irá a dirigir a Washington la Orquesta Nacional (que dirigiera Rostropóvich), también la Orquesta de la Radio de Berlín y donde quiera que le llamen (RAI de Turín, Sinfónica de Boston...). "La Rundfunk Sinfonieorchester de Berlín hizo bien en hacerme caso y elegir a Marek Janowski como titular", concluyó.

De todos es sabida la anécdota en la que Frühbeck dirigía La consagración de la primavera, de Stravinski. Ante la atenta mirada de los filarmónicos berlineses, se dio cuenta que se había olvidado en el hotel la partitura. Pues bien, la dirigió de memoria ante la insólita mirada de los músicos.

El burgalés rige con un autoritario manejo de la batuta, ensalzando su figura entre giros ampulosos. Las partituras de inicio y final del Romanticismo le van como anillo al dedo, qué duda cabe. Tiende a alargar los tempos para conferir un aporte de mayor dramatismo. El sonido no llega a perderse, mantiene el pulso en todo momento. No es amigo del matiz fácil ni de la acentuación, prefiere crear un melodía rotunda de inspiración germánica.

En Beethoven y su Misa contemplamos el compositor de Bonn a espensas de los Esterházy con una herencia musical tomada de Haydn. Las voces solistas, sin ser excepcionales, contaron con una experimentada Ruth Ziesak y una entregada Monica Groop. Las tesituras masculinas estuvieron definidas por el cavernoso Robert Holl y el mejorable Steve Davislim.

Sin ser la Misa solemne, la escrita en la tonalidad de do mayor posee una estructura netamente clásica. Parece como si fuera una continuación de las últimas Misas haydnianas. El coro mixto contó con momentos de lucidez por parte de la sección masculina y algunos desequilibrios en la femenina.

Chaikovski produce una emoción indescriptible con su Quinta sinfonía. Siempre recuerdo una toma de la película Carnegie Hall, en la que Leopold Stokowski levanta pasiones dirigiéndola. Frühbeck intentó alargar esa sensación a través del segundo y tercer movimientos. El lirismo de esta obra tiene en su melodía el elemento central. Chaikovski elabora unas melodías de una hermosura tal que hasta él mismo parece no quererse dar cuenta. Siente vergüenza de sí mismo, de ese amor imposible plasmado a través de la partitura y del sentimiento. Los cambios de carácter, tempo y humor son propios del Chaikovski más sincero. Con su vals nos hace recordar los inmensos ballets que nos dejó. Su falso final dramático da paso al real final maestoso.

Las idas y venidas de intensidades se encontraron con el freno de algunos violines en los movimientos primero y cuarto. Los violonchelos sonaron algo metálicos y poco empastados. Los metales contaron con desafinados momentos de las trompas y trompetas. Pero el conjunto sonó fantásticamente, a pesar de unos pocos.

Frühbeck se crecía ante la colosal pomposidad de la música. Su público se lo agradeció en pie, con entrega entre aplausos y bravos.

martes, 9 de febrero de 2010

El renovado y mahleriano sonido de Bamberg


La Orquesta Sinfónica de Bamberg nos visitó tras haber sido aclamada en el Midem o por revistas de la categoría de Grammophone. Un violinista me comentaba la historia de la agrupación, que tuvo como residencia la ciudad de Praga y que, tiempo después, gracias al apoyo de la orden religiosa local, establecieron su residencia en la ciudad bávara. Tras años junto a Joseph Keilberth, Horst Stein, Claus Peter Flor o Frank Beermann, tiene al enérgico y talentoso Jonathan Nott como su titular.


El británico conoce las voces humanas e instrumentales como pocos, ya que compartió junto al tenor Simon Keenlyside años de estudio, en el Royal Northern College of Music.También conoce la coqueta Ópera de Fráncfort, así como la Sinfónica de Lucerna. La música contemporánea le interesa, y mucho, como quedó claro en el "proyecto Ligeti", junto a la Filarmónica de Berlín. Se vinculó además al Ensemble Intercontemporain de Boulez.


Comenté la integral sinfónica schubertiana de Nott, en el sello suizo TUDOR que les viene respaldando desde su subida al podio de Bamberg. La impresión global fue más que positiva, notaba esa renovación en un fraseo fluido, de tempos agilizados y un manejo trepidante de la orquestación. Un trompeta me dijo que la impresión que le causaba el maestro era notable, aunque "notaba que su lectura de Mahler resultaba más rápida de lo habitual". La orquesta se ha reinventado a sí misma y ha creado un sonido propio, muy propicio para Mahler y su sinfonismo. Nott siente Mahler al máximo nivel, buscando el rigor y creando un sonido cantábile y de contrastes.


A España vino con las Primera y Quintas Sinfonías. En Madrid, su "Titán" resultó veloz, sin Blumine ni trompas en estado de gracia. Por el contrario, la cuerda sonaba en bloque con una precisión y rotundidad absolutas. Las maderas, con ese característico color germánico, se ensamblaban a los cordófonos y las trompetas estuvieron afinadas elegantemente.
Jonathan Kramer la resume, diciendo que "la inocencia de los primeros dos movimientos y la parodia de la marcha fúnebre son dejadas atrás por un final poderoso, siniestro y dramático".
Uno recordaba las excelentes lecturas que habían dado hace no demasiado tiempo directores como Norrington y Luisi.

Chopin y su conmemorativo piano cumplen un bicentenario. Dejan Lazic se movía como un mecánico de la tecla, con una destreza acentuada al máximo. El primer movimiento contó con algún desajuste proveniente del cuarteto de trompas y la Romanza destacó por el excelente fagot. El trazo de la cuerda aportaba lirismo, ese mismo que añade Nott a las partituras.

Aunque no lo crea, el número uno fue escrito después del Segundo Concierto. Constituye una de esas piezas de virtuosismo absoluto, resulta ser una de las piezas clave del Romanticismo y podría resultar excesívamente almibarada. Chopin va más allá de los tiempos, de su Polonia natal y de los exhibicionismos al piano. Emociona y jamás deja a medias. Nott orquestó sin entorpecer el quehacer del soberbio Lazic. Dirigía como un mago que crea notas y pareciera que las acariciaba con su mano izquierda, recogiéndolas, sujetándolas y elevándolas.

Me comentaba orgulloso que con la grabación de la Novena mahleriana, cierra el ciclo sinfónico.