viernes, 19 de junio de 2009

La trompa romántica de Bonet













Javier Bonet ha publicado un nuevo CD titulado Grandes Conciertos Románticos para Trompa, que ha sido grabado con la Orquesta Sinfónica de Burgos, bajo la dirección de Javier Castro.

Este nuevo trabajo discográfico, editado con el sello ARSIS y que reúne las grandes obras para trompa y orquesta: Weber, Strauss nº 1, Glière y el Larghetto de Chabrier, es sin duda un hito en la discografía en España, ya que nunca antes se había grabado en nuestro país un CD reuniendo los conciertos para trompa y orquesta más importantes del periodo romántico.

Virtuosismo, amplio fraseo, brillante sonido y un estilo personal se unen en un CD, que sin duda no dejará indiferente a nadie en el mundo de los metales.

domingo, 7 de junio de 2009

El Barroco no francés de Rousset


Purcell y Haendel fueron los elegidos para el concierto de Christophe Rousset y Les Talens Lyriques. Para la tarde del 28 de mayo, Juventudes Musicales de Madrid invitó también a la mezzosoprano sueca Ann Hallenberg, protagonista de la haendeliana ópera Ezio, junto a Alan Curtis e Il Complesso Barocco.




El saber hacer las cosas y la suavidad francesas iniciaron la primera parte, la dedicada a Henry Purcell. The Fairy Queen demostró el nivel dramático de Hallenberg, en el dulcísimo rol de Endecha. El rigor de la agrupación historicista se hizo notar sin excesivas florituras, primordialmente al principio de The Indian Queen. La vena escénica de la sueca arropó Dido and Aeneas, que brindó momentos magistrales por parte de Rousset y los suyos en la Danza de los marineros, mediante un juego de intensidades y velocidades.

La segunda parte, estuvo dedicada a Haendel y a esa especie de ópera nacional británica que son sus oratorios. Belshazzar mantuvo un trepidante pulso en la Sinfonía que antecede al Tercer Acto y conmovió con el aria de Nitocris, de especial recogimiento. Solomon, interpretado hace no mucho por Andreas Spering, tuvo algún que otro fallito en el oboe de Gilles Vanssons. La Reina de Saba estuvo plena, en cada uno de los registros.

Ahora, no olviden hacerse con el Ezio.

sábado, 6 de junio de 2009

Kreizberg: el menor y aventajado hermano de Bichkov


Genios, hermanos y con apellidos diferentes. Así son Semión Bichkov y Iakov Kreizberg, los sobradamente talentosos maestros de la batuta que ocupan la titularidad de la Orquesta Sinfónica de la Radiodifusión de Colonia (WDR) y la Filarmónica de Holanda, respectivamente. Bichkov está casado en segundas nupcias con la pianista Marielle Labèque y Kreizberg con la también directora Amy Andersson.


Dejemos a un lado al hermano mayor para centrarnos en el pequeño, es decir, en Iakov. Nacido en la antigua ciudad de Leningrado, este ciudadano con pasaporte americano se ha convertido en un técnico de la batuta capaz de seguir con claridad tanto el conjunto como la melodía individual. Ejemplos claros han sido sus apetecibles grabaciones discográficas en PENTATONE junto a Julia Fischer, una de las estrellas del arco actuales . Aunque su actividad se haya centrado en Holanda, y más concretamente en Ámsterdam, no ha dejado de ser director invitado en la Sinfónica de Viena (genial contribución al mundo del vals straussiano en CD) y a la Nacional Rusa de Pletnev (creada por rusos emigrados y cuyo trabajo junto a Fischer merece un diez).


La elegancia de Kreizberg le hizo ser invitado de honor de IBERMÚSICA, en dos ocasiones seguidas. Los filarmónicos holandeses optaron por el Tercer concierto, de L. van Beethoven, que contó con Jean-Bernard Pommier frente al piano. Este concierto guarda importantes similitudes con el número 24 mozartiano. El sonido claro, expresivo e intenso de Kreizberg y los suyos chocaba con el acariciar las teclas de Pommier, en ese estilo más cercano al Clasicismo que al Romanticismo. La masa orquestal solapaba algunas ocasiones el percutir de los macillos, en esta versión a veces imperceptible y otras plana. Bellísimo el Largo, mediante el diálogo perfecto entre la flauta y el fagot. Aquí, en el segundo movimiento, Pommier adquirió un mayor sentido, transmitiéndonos un coordinado enfoque.


Dvorák, del que ya sabíamos por el CD era una de las muchas especialidades de Kreizberg, nos remonta en su Sexta sinfonía a la Segunda, de Brahms. La refinada visión de la música se plasmó desde el primer movimiento, mediante su robusta sonoridad. El aire bohemio del Adagio se transformó en poesía. Los últimos dos pasajes sonaron temperamentales, recordándonos a sus danzas eslavas. Las cuatro trompas alucinaron por su resplandeciente melodía y las maderas parecían autóctonas. No es la Séptima, ni la Octava, ni la tantas veces interpretada Novena ("Del Nuevo Mundo"), pero merece muy mucho la pena su escucha.


Con la cordialidad que desprende Kreizberg nos regaló una propina, nada menos que el Vals triste, de Jean Sibelius.


Así como el 26 de mayo concluyó felizmente con Dvorák, el 27 lo inició fatídicamente con Brahms. La que pareciera alumna aventajada de conservatorio, Isabelle van Keullen, no tuvo su día de suerte. ¿No pudieron avisar a Julia Fischer? Los niveles de afinación brillaban por su ausencia y un, ahora, nada apasionado Kreizberg hizo lo que pudo por salir de aquel entuerto. El Concierto para violín se hubiera merecido otra solista u otro momento en la carrera de Van Keulen. Me consta que al maestro tampoco le entusiasmó.


Repitiendo Beethoven, la Séptima marcó el final del segundo de los conciertos programados. Las frases algo cortantes de la cuerda dieron lugar a algunos atropellos y problemillas de afinación con las maderas, pero el Allegretto contó con el uso de los reguladores y las maderas aquí estuvieron formidables. El final, en cambio, no mantuvo un desarrollo claro en el fraseo. En conjunto, la sonoridad se vio algo perjudicada pese a contar con un característico y riguroso director.

El Vals triste volvió a ser la pieza regalada a los entusiasmados asistentes.

Kreizberg se perfila como nuevo director en Monte Carlo sucediendo desde septiembre, inicialmente por cinco años, a Marek Janowski. Y estén atentos porque vendrá nada más y nada menos que a dirigir nuestra Orquesta Nacional, en un programa que ha recibido ya el aplauso general en Barcelona (cuando estuvo al frente de la OBC), haciendo Shostakóvich y su Sinfonía nº11.