miércoles, 29 de abril de 2009

Rafal Blechacz: la juventud del piano polaco


Cuando Blechacz hizo entrada, anoche en el escenario del maravilloso Modernismo del Palau de Domènech i Montaner, parecía como si el delegado de clase o el alumno de sobresaliente hubiera hecho entrada. A sus 24 años de edad, Rafal Blechacz ha reivindicado el lugar que se merece Chopin a día de hoy, con su manera de interpretarlo. Muestra de ello es el soberbio CD que firmó junto a D.G. Blechacz viene a ser un Kristian Zimmerman actual, ya que fue el triunfante ganador del prestigioso Premio Chopin de Varsovia, de hace dos años.

Empezó el jovial pianista con Johann Sebastian Bach y el Concierto italiano en fa mayor. El veinteañero, pese a su aparente fragilidad, embrujó con su impetuoso manejo de la digitación, recordándonos al Gould de los años cincuenta con esa claridad, precisión y velocidades de las que hacía gala. El meditativo y profundo Andante dio paso a un Presto de disfrute y endiablada combinación de teclas.

La Sonata número 17, de Mozart, definió lo camaleónico del joven prodigioso en su manera de entender al salzburgués, adentrándose vertiginosamente en un sinfín de notas. Aunque iba quedando menos tiempo para la llegada de lo mejor de la velada: Szymanowski y Chopin.

Szymanowski, cada vez más y mejor reivindicado por las doctas voces de directores de orquesta como Antoni Wit o Simon Rattle, encuentra en su compatriota al piano a un perfecto interlocutor. El sello amarillo, para quien es artista, debería tenerlo en cuenta para futuros trabajos. Pese a los leves errores de medias teclas y de expresión, ante la velocidad infatigable de Blechacz no había freno. Como si de un juego endiablado se tratara, la naturalidad y la ligereza del fraseo fluían.


Aunque mi oído derecho percibiera dos sonidos ambientales innecesarios, un caramelo que se abría con vida propia y una tos de descontroladas dimensiones, Blechacz centraba la acción y embriagaba entre tanta buena música. Las Variaciones,, de Symanowski, surgían como una mañana primaveral, ante una complejidad interpretativa y un desarrollo ferviente.

No defraudó con Chopin, reservado para el final de esta segunda parte. Sus sincronizadas manos parecían cobrar vida propia en una danzarina interconexión. Quedamos atrapados por el aura de los Nocturnos y, encantados por las posibilidades del piano y su ataque en las Mazurcas con sus reguladores que intensifican la acción o la aminoran en su devaneo.

Tras limpiar el teclado, la heroica Polonesa quedó desmenuzada e intensificada por Rafal Blechacz. Simpáticas propinas ante el agradecido gesto del valor pianístico en auge.

lunes, 27 de abril de 2009

La sonrisa del americano de origen francés o Sonidos Hetéreos y Aerófonos




















Un aburguesado y engalanado Auditori barcelonés recibía impaciente la pasada noche a Lorin Maazel y la Orquesta Philharmonia de Londres. Un lleno casi absoluto daba paso a una velada en la que predominó el arte directivo de Maazel en estado puro. Nunca olvidaré sus visitas madrileñas con la Orquesta de la Radiodifusión bávara, por ejemplo, con un desbordante manejo de la paleta sonora debussiana. Anoche, conmemorando el 25 aniversario de Ibercamera, los británicos plantearon un variopinto y atractivo programa de la mano de su invitado estelar. En él se alternaron piezas como el Pélleas et Mélisande, de Gabriel Fauré y la Sinfonía nº9, de Antonín Dvorák con una obra del maestro que dirá en breve adiós a nuestro valenciano Palau de les Arts (2011, a fecha de hoy, con el descomunal Turandot).

El sonido aerófono de la flauta invadió la sala, haciendo acto de presencia clara y marcada en cada una de las piezas. Maazel inició sin partitura las bellas notas de Fauré, con una cuerda que parecía flotar, acariciada en el uso del legato. De especial interés resultó el tratamiento dado al violonchelo en un solo al que se sumarían el arpa y, posteriormente, el conjunto instrumental.
Con el uso del pizzicato, en armonía y conjunción, se dio paso a otro momento estelar cuando la magia de la música atrapa al oyente en el lenguaje establecido por el arpa y el violín del concertino. Presenciamos el equilibrio de la cuerda inglesa en esta poesía de delicada factura y dulce melodía.



En Música para flauta y orquesta, el Lorin Maazel compositor y director de orquesta, contó con el nobiliario James Galway. El solista de Belfast, que ha trabajado los repertorios más variados, demostró su dominio en una composición de enorme despliegue instrumental, con una nutrida magnitud de la cuerda y la percusión. Los cuatro percusionistas se sumaron al metal en pasajes de apocalípticas resonancias. Dos ancestrales palos de lluvia (o de agua, como se prefiera) remontaban a la idea primigenia de la música. Por momentos, el uso masificado de los cordófonos nos transportaba a pasajes cinematográficos con detallados golpes de efecto. La percutiva pieza, desarrollada en un movimiento, me hizo recordar el impacto que me produjo su ópera 1984, sobre el texto de George Orwell.



La Sinfonía del Nuevo Mundo, dirigida de memoria, dejó evidencias sobre el claro manejo de Maazel, retardando e intensificando pasajes que luego aligeraría. Es un efecto dramático que romantiza lo escrito. La flauta corona el primer movimiento pero los metales graves dieron lugar a breves desajustes. La cuerda estuvo vibrante.
El metal penetrante en el posterior movimiento se conjuntaba con el lirismo y el tono cálido del oboe y ese momento de exquisitez suma que resulta el trío del violín, la viola y el violonchelo. Ya, al final, el poder atronador de los dos últimos movimientos intensificaron la capacidad rítmica y demostraron la buena salud de la orquesta.



Las merecidas ovaciones del público arrancaron esa sonrisa a lo Jack Nicholson de Maazel que, agradecido, ofreció como propinas dos de las reconocibles y trilladas hasta la saciedad Danzas húngaras, de Brahms. La música cambia el estado de ánimo de algunas personas, en lo que se denomina como Musicoterapia. Maazel es particular, lo sabemos, pero es un gran director.



Mis recomendaciones para el Pélleas serían en primer lugar la de Ozawa y la Orquesta Sinfónica de Boston (D.G.) y la económica, y no por ello peor, de John Georgiadis y la RTE Sinfonietta. También les animaría a que vieran en DVD la versión que tiene en EMI Charles Munch, en la colección de archivos históricos.



De la Novena de Dvorák, hay miles de buenísimas opciones, aunque a mí me impactaran notablemente las de Kértesz con la Sinfónica de Londres (DECCA) y Harnoncourt con el Royal Concertgebouw (WARNER). No debemos olvidar que Kubelik con los filarmónicos berlineses que la llegó a "perfeccionar" y Neumann y Mackerras (SUPRAPHON) denotan ese color local tan rico y tímbrico. Eschenbach (ONDINE) y Dausgaard (BIS), han sido de los últimos en sumarse.


De la pieza de Maazel, por el momento desconozco versión alguna en CD.

domingo, 26 de abril de 2009

Las Dos Grandes Eses Musicales


La tormenta humedeció el matutino inicio del domingo 26 de abril. El Auditori barcelonés, pasado por agua, presentaba a Hans Graf como cabeza directiva invitada por la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. El austríaco maestro de la batuta ganador del primer premio en el Concurso Karl Böhm y alumno de, entre otros, Sergiu Celibidache y Arvid Jansons, nos ofreció un programa integrado por las dos grandes "S" de la Historia de la Música: Schubert y Schumann.



Como plato inicial, asistimos a la escucha de la poco conocida Obertura en mi menor, de Schubert. Olvidada tras un par de representaciones en 1819, después de su estreno, caerá lamentablemente en el olvido. Pieza de imponente carácter, marcada por la acentuación y una atmósfera beethoveniana por momentos. Graf, conocedor del repertorio mozartiano desde sus años en el Mozarteum salzburgués, perfila una manera elegante de entender esta música, indicando sutilmente los detalles más recónditos desde la brevedad indicada con la batuta.



Schumann dividió el programa en dos. Así, al final del soberbio Concierto para piano y orquesta vendría la grandiosa y última sinfonía schubertiana. Dedicada a modo de fantasía a su amada pianista y compositora Clara Wieck, en 1841, Schumann contó en este concierto catalán con una joven pianista rumana de soltura, entrega y virtuosismo infinito. Velocidad no le faltaba, las teclas pudieron bailar a su paso en este circuito del ir y venir que plantea el genio romántico. Quizá, pudiera achacársele una profundización mayor en la partitura a la bella Mihaela Ursuleasa, pero desde un punto de vista rítmico y de desarrollo melódico estuvo notable. La cuerda de la OBC respondió con una unidad de precisión plausible y las maderas aportaron ese toque cálido y embellecedor que realza la música. Ya digo, un prometedor futuro el de la joven Mihaela que ya viene tutelado por el maestro Claudio Abbado.



La Grande, la magna sinfonía estrenada por Mendelssohn el 21 de marzo de 1839, en Leipzig, constituye el final de una carrera y el contraste entre emociones y sentimientos en estado puro. Pieza imponente que quedó algo ensombrecida pese al definido tratamiento de Graf. Los rasgos de Beethoven, Brahms o Bruckner quedan reflejados en un cóctel de ingredientes melómanos de un fluir perpetuo. El papel del metal es definitivo en su manera estructural anunciando el bloque temático. Los pizzicati la hacen especialmente hermosa y nos hacen plantearnos un mundo agridulce de altibajos, de senderos aterciopelados y arduos caminos. La densidad fluctúa, nos da pie a momentos de danza y a instantes de profunda melancolía. Schubert se define a sí mismo, en su caminar.



Graf, conocedor de la obra, hizo sacar lo mejor de la orquesta y así lo agradeció el público. Al salir del Auditori el tiempo había mejorado, como si el poder de la música hubiera hecho efecto.



Audiciones recomendadas habría miles, aunque de la Obertura conozca la ya recomendada en las notas al programa de mano (Leppard, con la Filarmónica de Londres en PHILIPS). Mi adorado concierto tendría en Richter y Rowicki a dos grandiosos traductores, aunque Arrau y Kissin lo hayan bordado con hilo de oro y la Pires lo interpretara con Abbado. En la Novena de Schubert los antológicos Böhm, Furtwängler y Solti dejan hueco al tardíamente reconocido Günter Wand. De entre los reformistas en la manera de interpretar, la de Hannover Band de Roy Goodman, los London Classical Players de Norrington y el bravo Harnoncourt con la Orquesta de Cámara europea.

Tampoco se pierdan las grabaciones que realizó Graf sobre la obra orquestal de Henri Dutilleux, en ARTE NOVA, ni el ciclo de sinfonías mozartianas, en CAPRICCIO.

martes, 7 de abril de 2009

Recordando a Isaac Albéniz

COMUNICADO

El Teatro Real comenzó el pasado mes de febrero un ciclo dedicado a Isaac Albéniz, con motivo del centenario de su muerte, para el que se han preparado recitales y conciertos con parte de la obra menos conocida del compositor español junto a sus partituras más emblemáticas. Esta iniciativa se realiza en coproducción con la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), bajo la coordinación del Ministerio de Cultura.

Mañana, miércoles, 8 de abril, tendrá lugar el segundo de los conciertos programados para este ciclo, que tendrá lugar en el Auditorio Nacional, y en el que la Orquesta Titular del Teatro Real, Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por José Ramón Encinar, ofrecerá cinco piezas de la Suite Iberia orquestadas por Cristóbal Halffter y Francisco Guerrero, además de la Rapsodia española para piano interpretada por Rosa Torres-Pardo.

El 6 de mayo se celebrará en la Sala Gayarre del teatro Real la última actuación dedicada a Isaac Albéniz, con un recital de piano a cargo de Luis Fernando Pérez, quien interpretará Iberia, 12 nouvelles impressions en quatre cahiers.

miércoles, 1 de abril de 2009

Pasión por Johann Sebastian Bach

Atentos, porque la Pasión según san Mateo vuelve al Auditorio Nacional tras ocho años en sus archivos sin interpretarse. Para ello, el experto oboísta y director Paul Goodwin se hará cargo de la obra transmitiendo su experiencia bachiana. Realizó para el sello Cala en 1995 una toma junto a Nancy Argenta, que el sello Brilliant obtuvo para venderla a precio de ganga.


Paul Goodwin, británico haendeliano, que ha recibido todos los reconocimientos por ser un desempolvador de Lotario y Riccardo Primo (con la Kammerorchester Basel), dará su punto de vista histórico al asunto. Miembro de The English Concert y de los London Musical Players, tras estudiar dirección de orquesta en Helsinki con Jorma Panula, dirigió la Academy of Ancient Music y la English Chamber Orchestra, entre otras agrupaciones. Parece que allá donde fuera Christopher Hogwood él iba.

Esta gran pasión, una obra que se debería escribir siempre en mayúsculas, fue definida por Leonard Bernstein como una pieza que no tiene parangón en toda la Historia de la Música. Escribe Paul Henry Lang al respecto que "todo el corazón de Bach, su invención más cálida y su temible habilidad se vertieron en sus Pasiones-oratorios".

Picander fue el libretista titular de J.S. Bach desde 1724 y tras la muerte del príncipe Leopold de Köthen (1728) se pusieron manos a la obra ese mismo otoño. Pero hasta la próxima Cuaresma no sería estrenada en la Iglesia de santo Tomás, de Leipzig. Estamos ante la obra evangélica de carácter luterano de mayor repercusión musical, en la que el Evangelista juega un papel crucial sobre el que se erigen los demás personajes del texto de san Mateo. Jesús ocupa un lugar privilegiado.

Albert Schweitzer lo define a las mil maravillas: "Todos son pequeños detalles, pero los ponemos en evidencia para hacer comprender mejor esta Pasión cuya riqueza desafía cualquier análisis. De una arquitectura simple y grandiosa, profunda de inspiración, enteramente impregnada de misticismo, toda perfumada de poesía de la naturaleza, esta obra sacra donde las sorpresas abundan hasta en los más pequeños detalles y donde el arte de la descripción no se debilita en instante alguno, forma parte de esas obras maestras que por su grandeza exceden a un arte determinado y en las que están representadas todas las artes, arquitectura, poesía y pintura. La Pasión según San Mateo es una suma y una síntesis artística; su grandeza desborda las clasificaciones y categorías admitidas".

El reparto vocal contará con: Suzie LeBlanc (soprano), Hilary Summers (contralto), Daniel Taylor (fantástico contratenor), Rufus Müller (tenor), Markus Schäfer (tenor) Kevin Greenlaw (barítono) y Jonathan Lemalu (bajo-barítono).

Recomendaciones discográficas: las versiones romantizadas de Karl Richter, Peter Schreier y Otto Klemperer (las dos últimas con un elenco vocal de diez) y, las historicistas de Gardiner, Herreweghe, McCreesh y Koopman (por ese orden).

Ya lo saben: 3, 4 y 5 de abril